PÁGINA 2 | MOMENTOS | SORTEM
SUPERVIVIVENCIA
Corren tiempos muy difíciles.
Hace tiempo que vengo hablando sobre algunas
consecuencias que derivan del hecho de que la
muerte es un gran tabú en nuestra sociedad. En
circunstancias normales, las deficiencias culturales
han producido muchas situaciones más que tensas
en el tanatorio, donde el profesional funerario se
encuentra con familiares que no han hablado ni
afrontado su situación. Incluso cuando la muerte
de su ser querido era más que anunciada.
Sin embargo, ahora nos encontramos con un
escenario completamente diferente. Hay gente que
describe este periodo marcado por la pandemia del
COVID-19 como un periodo de guerra. A pesar de
que no estamos en guerra, algunas de las
similitudes son aparentes y, si me lo permites,
quisiera ahondar en algunas de ellas que guardan
un lazo con el mundo de la muerte.
En tiempos de normalidad, disponemos de
procesos regulares y planificados que permiten una
buena muerte. Disponemos de asistencia sanitaria
organizada, de servicios funerarios profesionales y
efectivos que se encargan del aspecto práctico tras
la muerte o de pólizas de seguro que marcan
claramente las líneas sobre sus prestaciones. Aun
así, la muerte se vive casi siempre como algo
traumático, a pesar de que en numerosas ocasiones
va precedida por un proceso de enfermedad largo.
Sin embargo, en tiempos de urgencia como
los que vivimos, los procesos normalizados
que empleamos son mayoritariamente
ineficaces. No por incompetencia del
sistema, sino porque tales procesos no
están diseñados para hacer frente al
escenario actual.