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CARGA
El profesional funerario lleva ya de por sí una carga
bastante pesada en circunstancias normales.
El hecho de que la sociedad no nos equipa con las
herramientas necesarias para gestionar la muerte
como un evento natural tiene una incidencia
directa en nuestro sector: la intensidad de las
reacciones ante la pérdida, además de asuntos
inconclusos y conflictos familiares se amplifican de
manera significativa.
Cualquier profesional que lleva años trabajando en
el sector ha desarrollado un arsenal de
mecanismos para protegerse del impacto
emocional que pueda generarle su trabajo. Algunos
de estos conflictos emocionales pueden ser el
miedo a su propia muerte, la pérdida de un ser
querido, la sobre identificación con la otra persona,
etc. Sin embargo, la experiencia adquirida durante
años le permite aprender a desensibilizarse en los
casos que le tocan de cerca, a justificarse cuando
aflora la duda sobre si ha hecho lo correcto o de
proyectar su sentimiento de impotencia sobre los
dirigentes,
por
ejemplo,
en
forma
de
incompetencia percibida.
En otras palabras, el estar expuesto a sentimientos
de tal intensidad deriva en una carga emocional
difícil de encajar en el mejor de los casos. Sin
embargo, las herramientas que nos protegen de
esta carga en situaciones normales y de estabilidad
no funcionan en tiempos de inestabilidad, donde la
normalidad reina por su ausencia.
La semana pasada tuve el privilegio de dirigir un
grupo de apoyo a profesionales del mundo
funerario en más de 5 países. Los asistentes
utilizaron el foro para compartir sus inquietudes y