mentable que el ser humano tienda tanto a hacer las cosas en ma-
sa, como si respondiera a un impulso hipnótico que le obligue a
hacerlo, condesciende con los espectáculos organizados por los
ayuntamientos aun sabiendo que no son otra cosa en una exhibi-
ción de alcohol y consumismo. Este comportamiento, más se pa-
rece al de una manada de ñus en la selva que a un grupo de perso-
nas inteligentes. Lo mismo ocurre con los fuegos artificiales, es
sorprendente que a la población le interese algo que en esencia no
es más que una simple sucesión de explosiones más parecido a un
bombardeo que a una fiesta, sobre todo si tenemos en cuenta que
hay una parte de la población como los niños pequeños o los ani-
males que son cruelmente atormentados por estas explosiones sin
que a nadie parezca importarle. Por ello, sería razonable que la
sociedad aplicase en esta cuestión un poco de cordura y se decida
a realizar las actividades ruidosas solo en las salas insonorizadas
creadas para ello. Los ayuntamientos tienen el deber de ser neu-
trales y negarse a convertir las calles en simples tabernas o disco-
tecas, aunque sea de forma temporal, su deber es considerar la sa-
lud pública y los derechos al descanso como sus prioridades y no
el mero afán de lucro que estos escándalos representan. Una so-
ciedad evolucionada se caracteriza por saber que los intereses de
una parte no se tienen por qué imponer a los demás.
LOS FALSOS ECOLOGISTAS
Hoy en día estamos acostumbrados a ver multitud de manifesta-
ciones ecologistas pero ¿cuántos de esos supuestos ecologistas lo
demuestran con los hechos y no solo con las palabras? Porque es
muy fácil acusar a los políticos de todo, pero es más difícil de-
mostrar lo que se dice con los hechos.
¿Cuántos de los que acuden a las manifestaciones compran conti-
nuamente ropa que no necesitan y después tiran la ya usada estan-
do todavía en buen estado, o se compran ropa rota cuando sería
más lógico comprarla nueva y desgastarla con el uso?
26