MIRADAS PERU # 72 | Page 44

El bus tardó cinco horas en llegar desde New York hasta Maryland. Eran las 3 de la tarde y mi amigo Hugo H. nos esperaba en el Regal Cimemas Bethesda 10(es un mall ubicado en el cruce de Elm st. Y Wisconsin). Fuimos a almorzar un delicioso chifita, que no tenía nada que envidiar a los de Lima. Nos dio una vuelta por los alrededores de Washington DC. Pasamos por las escaleras donde rodó el sacerdote (el padre Karras) de El Exorcista. Sentí una gran curiosidad y escalofríos al recordar esa película de terror que, por cierto, de las muchas que he visto fue la única que me asustó, quizás porque la vi a corta edad. Bordeamos el Pentágono, la Casa Blanca, el monumento a Washington (el Obelisco) y el Capitolio. De ahí a su casa, a más o menos una hora. Llegamos a su humilde morada, que no tenía nada de humilde, nos dio alojamiento muy confortable. Dicho sea de paso, muchas gracias, Huguito, por ser un peruano tan servicial, franco y desprendido. Creo que por ahí va el secreto de tu éxito.

Al día siguiente, Ernesto (mi promogénito) y yo nos levantamos muy temprano, tomamos un “ligero desayuno americano” que más parecía bufett, dispuestos a conocer la capital del país más poderoso del mundo y, si era posible, hacerle algunas demandas a Trump. No quería abusar de la hospitalidad de Hugo, así que solo le pedí que nos llevara al paradero de buses y que nosotros nos moveríamos solos. Así fue, nos dejó en el paradero de buses que estaba a 15 minutos de su casa y nos enrumbamos a Washington DC. Tomamos el bus y luego el metro. Alquilamos bicicletas en una caseta ubicada afuera de la estación Central Union, a 15 dólares cada una. Valía la pena porque las distancias son enormes: entre el monumento a Lincoln y el capitolio son como 4 kilómetros.

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