MIRADAS ECUADOR # 01 | Page 22

LA FIESTA DE LAS CANDELARIAS O BAJADA DEL NIÑO

Lo mismo que las demás regiones del Ecuador, Manabí posee una riqueza cultural impresionante, representada de manera especial por sus fiestas populares.

Esta es una provincia que baila y canta, que venera y celebra, que transmite a través de estas manifestaciones ancestrales, mensajes simbólicos y contenidos de valor, de los cuales es necesario aprender, con el propósito de preservarlas, difundirlas y fortalecerlas.

Con mayor énfasis en la zona rural, existe una nutrida variedad de las fiestas religiosas y variadas celebraciones, que se convierten en una forma particular de expresar el sentir de nuestra gente y cuya práctica busca conservar su significado.

Es difícil precisar cuántas son, pero lo cierto es que se organizan desde hace muchos años y se mantienen intactas hasta nuestros días. Algunas han sufrido modificaciones, como por ejemplo: prescindir de determinados elementos típicos, su puesta en escena; la incorporación de luces de colores y sonidos más contemporáneos. Sin embargo esta fusión, se volvió indispensable, pues también contribuye a enriquecer este ambiente festivo y deja abierta la opción de añadir en el futuro, componentes ajenos a lo tradicional.

“El dos de febrero son las candelarias, cantemos al niño antes que se vaya; vengan los padrinos, repartan las velas que hoy van a subir al señor al cielo de la tierra. Levanten padrinos vamos pa´ fuera a pasear al niño Dios de cielo y tierra. Cantemos, cantemos, con todas las bocas, para ver si dan cafecito y roscas".

"Niñito bonito, corazón de oro, yo vengo a decirte que eres mi tesoro".

Estos son solo parte de los muchos versos cantados al niño en los chigualos, que anteceden a la fiesta de las candelarias con guirnaldas de colores, dulces, chicha, baile con guitarra, debates de versos, contrapuntos, relatores de cuentos, los juegos de rueda como el baile del sombrerito y la pájara pinta.

Esta expresión es parte de un proceso cultural con raíces campesinas que inicia la noche de Navidad con una procesión desde la iglesia, llevando una réplica del Niño Dios entre villancicos y versos, hasta una casa previamente escogida. El ritual señala que el dueño de la casa da su autorización para iniciar con los chigualos, donde se improvisan las rondas.

El intercambio oral de experiencias estuvo presente desde el origen del hombre. Para quienes viven de cerca la tradición, esta manifestación sintetiza el alma de sus pueblos. La experiencia heredada de los mayores, es la base de la supervivencia de la cultura, por eso esta región es tan rica y se la reconoce por sus expresiones tan particulares. El chigualo es posiblemente la muestra más representativa de la fiesta popular. Empieza con el pase del niño Jesús en diciembre y en su honor se componen versos cantados que tienen un fuerte componente religioso, con el acompañamiento de guitarras, las palmas, panderetas y los juegos de ronda.

La conmemoración tiene lugar en casa de los priostes o padrinos, que son quienes costean los gastos de los dulces, el café y la comida criolla. En algunos casos los padrinos piden ser los anfitriones del siguiente año, porque lo consideran un honor, ello les trae buena suerte y además son bien vistos por el resto de la comunidad.

Durante el último mes del año, las casas que acogerán al niño Jesús permanecen decoradas con elementos alusivos a la fiesta, pero es el altar el que tiene un lugar especial. Allí se encienden las velas y los asistentes corean las canciones navideñas. La tradición oral posee componentes que son determinantes, el narrador, que pone a prueba su capacidad de mantener atento al público, que a su vez está pendiente de la historia, que por lo general alude a hechos que dejan alguna enseñanza o moraleja, que seguro quedará grabada en su memoria.

Según los investigadores esta tradición empezó hace más de un siglo con el nombre de “nacimiento”, en él se cantaban villancicos, el equivalente a los chigualos, ambos con herencia hispánica. Todo este jolgorio termina el dos de febrero con el día de las Candelarias, donde se repite el ritual, se comparten experiencias y la alegría de haberle cumplido al niño Dios. Aquí la comida es infaltable, por eso las mujeres preparan con tiempo sus mejores platos.

En algunas comunidades esta festividad pervive gracias a su propia iniciativa.

La música tradicional de Manabí se destaca por su amplio contenido ceremonial, asociado en lo fundamental a factores sociales y religiosos. El chigualo es una de ellas.

Su composición pone de manifiesto una profusión de estilos poéticos, con versos que se encadenan al ritmo a manera de fonemas de acompañamiento, bajo el predominio de la guitarra, los tambores y la marimba.

La dimensión ritual se pone en evidencia cuando convergen los elementos musicales en las celebraciones religiosas.

Así, cada año, esta expresión tradicional toma fuerza y se busca que los más pequeños lo disfruten y aprendan como lo hicieron sus mayores.

JUEGOS DE RUEDA

El juego del sombrerito, La jota, Compadre Gallinazo, La Pájara Pinta, entre otros, que aprovechaban para enamorar y enamorarse

FIESTAS POPULARES Y TRADICIÓN ORAL