MIRADAS ARGENTINA #04 | Page 28

En nuestro entorno, el aire de las ciudades en alerta, la deforestación avanzando aceleradamente, las mineras al acecho del oro incluso a costa de la destrucción de los ecosistemas y la contaminación de las aguas, los petroleros buscando llegar hasta los más íntimos rincones de la madre tierra para proseguir su insostenible tarea y los carboneros buscando mercados para seguir exportando contaminación,

el narcotráfico prosperando y los defensores del medio ambiente y los líderes sociales muriendo. La codicia como motor del país seguía en marcha, el extractivismo se imponía, la gente protestaba y se decía que la economía iba mejorando. Todo era “normal”.Súbitamente todo cambió. Un nuevo virus, muy probablemente conectado con un murciélago y salido de un mercado de una gigantesca ciudad China, amenazó a la humanidad y nos recordó que todos somos iguales. Los aviones que eran parte esencial de nuestra vida no volaron más, las fábricas pararon, los hoteles no tuvieron clientes y los cruceros multitudinarios quedaron quietos, las ciudades bulliciosas y que nunca dormían se callaron, las fiestas se apagaron, los restaurantes se cerraron y las personas buscaron sus hogares y a su familia para aislarse persiguiendo la seguridad.

Todo esto mostró que el Antropoceno, la era humana, en la que nos hemos convertido en la fuerza transformadora más poderosa del planeta, había cruzado los límites de seguridad de los sistemas planetarios y se hizo evidente la extrema fragilidad de las creaciones humanas, simples castillos de naipes frente al azar y a las fuerzas de la naturaleza. El miedo se apoderó de todos, de los pobres y los ricos, de los gerentes y de los operarios, de los directores y los dirigidos, de las gentes de todos los países y de todos los colores de piel. Todos tememos que el otro nos contagie. ¿Qué había sucedido?