Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 83
¨El Misterio de Belicena Villca¨
hebreos de África estaban negociando la invasión árabe de España, con apoyo de sus
hermanos peninsulares; una vez arreglado el precio de la traición, los judíos de España
suministrarían a los sarracenos toda la información necesaria, y su colaboración personal,
para asegurar el éxito de la invasión. Naturalmente, el Pueblo Elegido odia tanto a los
mahometanos como a los cristianos, pero su Estrategia profética prescribe que se debe
enfrentar a unos contra otros hasta que todos acaben dominados por ella. Y entonces era el
turno para destruir los Reinos Cristianos de Europa. Cuando estas noticias llegaron al Rey
Egida, que pertenecía a un clan enemigo de la alta nobleza y del clero, es decir, pro judío, no
tuvo otra alternativa que reunir el Concilio y exponer el caso de Alta Traición. Esta vez hay
cuatro Obispos de la Casa de Turdes Valter para defender la causa del Cristianismo espiritual
y de la Cultura hispano goda. Se debate arduamente y al final se opta por actuar con el
máximo rigor: todos los judíos de España serán sometidos a la esclavitud y sus bienes
confiscados en favor del Estado visigodo. Es claro que estas medidas no eran duras sino
blandas pues, al no aplicar la pena de muerte contra los traidores, sólo se conseguía que
éstos ganasen tiempo y continuasen conspirando. ¡Ya les devolverían los árabes, quince años
después, todas sus antiguas posesiones y les concederían un lugar prominente en la
sociedad, en retribución por los servicios prestados!
El partido de la alta nobleza y del alto clero, apoyado por los Señores de Turdes Valter, se
agrupaba en torno de la familia del extinto Rey Chisdavinto; el partido de la “monarquía
progresista” se reunía alrededor de la familia del Rey Wanda, muerto en 680. Egida, que era
miembro de la familia de Wanda, arregla la sucesión al Trono de su hijo Vitiza, quien comienza
a reinar en el año 702. Mientras tanto, en la Bética, gobierna el Duque Roderico, del clan de
Chisdavinto. Al morir Vitiza en 710, el Aula Regia de Toledo, donde lograron mayoría los del
partido de Chisdavinto, proclama nuevo Rey a Roderico. Despechados los hijos de Vitiza, a la
sazón gobernadores de provincia y funcionarios, por lo que consideran un despojo, solicitan a
los judíos que les concierten una entrevista con el General Ben Naser Muza. Mientras tanto,
sublevan la terraconense, la narbonense y la navarra, obligando a Roderico a concentrar todas
sus fuerzas en el Norte para sofocar el alzamiento: estas campañas causan la interrupción de
los suministros a Ceuta, que resulta rápidamente aplastada por los árabes. Al fin parte hacia
África aquella embajada de traidores: la integran los hijos de Vitiza, Olmundo, Ardabasto y
Akhila, y los hermanos del difunto Rey, Sisberto y el Obispo de Sevilla, Oppa, a quienes
acompaña el Gran Rabino de Sevilla, Isaak. Increíblemente, el Conde Julián, que se ha puesto
al servicio de Muza luego de entregar la plaza, y llevado por una enemistad personal con
Roderico, aconseja al General árabe intervenir en España.
Muza les promete enviar ayuda para derrotar a Roderico. Los traidores regresan y simulan
pactar la paz con el Rey, que no desconfía. En 711 el general bereber Tarik transporta en
cuatro barcos un ejército compuesto de árabes y bereberes, y desembarca en Gibraltar.
Roderico, que aún combate a los vaskos en el Norte, debe cruzar el país para cortar el paso
de Tarik que se dirige a Sevilla. La batalla tiene lugar a orillas del río Guadalete; en las filas de
Roderico están al mando de dos columnas los hermanos de Vitiza; al producirse el encuentro
los traidores Sisberto y el Obispo Oppa se pasan al bando de Tarik, dejando al Rey Roderico
en posición comprometida; y tras varios días de combates, el ejército visigodo resulta
completamente aniquilado por Tarik, desconociéndose la suerte corrida por el último Rey
visigodo. La “ayuda” brindada por judíos y árabes a los partidarios de Vitiza no redundaría en
el beneficio de éstos puesto que al año siguiente el General Muza, al frente de un ejército más
numeroso, iniciaría la conquista de España; en pocos años toda la península, salvo una
pequeña región de Asturias, caería en su poder. España se convertía así, en un Emirato
dependiente del Califa de Damasco.
Aunque a medida que avanzó la Reconquista cristiana el dominio árabe fue retrocediendo,
la Bética permaneció ocupada durante más de quinientos años. Para la Casa de Tharsis, la
catástrofe visigoda no causó otro efecto más que la pérdida inmediata del poder político: “los
Condes de Turdes Valter” volvieron a ser “los Señores de Tharsis”. Por lo demás, conservaron
sus propiedades aunque tuvieron que tributar fuertemente al Emir por su condición de
Cristianos. Los Señores de Tharsis, que ya tenían sobrada experiencia en sobrevivir a
situaciones semejantes, eran plenamente conscientes que por el momento no existía en
Europa una fuerza militar capaz de expulsar a los árabes de España: el Emir Alhor, que
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