Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 509
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Al salir de la zona portuaria, tomando por calles que el guía parecía conocer muy bien,
llegamos a una plaza-mercado de enormes dimensiones, donde existía una natural
aglomeración de cientos de yin-kiricsas, esos vehículos japoneses tirados por un hombre, que
tienen forma de calesa individual y los ingleses denominaban rickshaw. Nos pareció el colmo
de la organización y la disciplina el verificar que seis se hallaban apartadas esperándonos, sin
dudas advertidos por los Verdes que habían salido antes del puerto. Miré de reojo a Von
Grossen, pero lo notó.
–Estos malandrines sí que saben hacer las cosas –gruñó–. Deberíamos venir a aprender
de ellos.
Yo no atendí a esta exageración pues ya rodábamos a bastante velocidad y me absorbía
completamente la vista de la gran ciudad: con 5.000.000 de habitantes en 1938, Shanghái
para los ingleses, Changai para los franceses, y Xangae para Portugueses y Españoles, era
una ciudad tremenda para cualquier par de ojos occidentales. Ahora nos dirigíamos a la
“Colonia modelo”, o bund, la isla que los occidentales supieron levantar en medio de un
pantano insalubre, que fue el único lugar cedido por los chinos en el tratado de Nanking de
1842, rubricado a cañonazo limpio por los ingleses que en ese año ocuparon Shanghái pese a
los 250 cañones de las baterías sobre el Vu-Sang: los piratas desembarcaron la infantería, que
neutralizó los cañones y marchó sobre la ciudad, mientras los barcos ingresaban por la puerta
del Norte y los chinos huían por la puerta del Sur.
Sobre esos terrenos pantanosos se levantó una magnífica ciudadela europea, amurallada,
con canalización empedrada del agua, y calles pavimentadas e iluminadas. Se construyeron
edificios gigantescos pertenecientes a las tres potencias ocupantes: Inglaterra, Estados
Unidos y Francia; y pronto surgieron tres barrios característicos de esas nacionalidades,
además del infaltable chinatow, llamado Nantao por los chinos. Las tres potencias
colonialistas obtuvieron zonas extensas de puerto privado para que sus Compañías de
Comercio Exterior instalasen factorías comerciales. Cuando los alemanes pretendieron
ingresar en este negocio, el puerto ya estaba completamente repartido y se vieron obligados a
pagar franquicias a sus competidores. De todos modos, no era mucho lo que Alemania
comerciaba con Shanghái, aunque suficiente para exigir la presencia de un Cónsul; la
Embajada se encontraba en Nanking. Naturalmente, la presencia japonesa en Shanghái, y su
desconfianza hacia las potencias imperialistas cartaginesas que habían operado en la región,
abría promisorias expectativas a Alemania de obtener un mayor reparto del botín.
Los rickshaw atravesaron a la carrera la cerca enrejada, cruzaron un bien cuidado jardín, y
se detuvieron frente al portal de una mansión de estilo renano. Un sargento de la Kriegmarine
se aproximó a nosotros mientras descendíamos.
–¡Heil Hitler! –saludó Von Grossen–. Soy el
Standartenführer Karl Von Grossen en
misión especial, Sargento. Tenemos que ver urgentemente al Cónsul.
–Sí, Señor –aceptó el marino–. Haga el favor de entregarme sus papeles y enseguida será
atendido.
– ¡No tenemos papeles, Sargento! Aquí tiene una lista con los nombres y el grado militar
de estos Caballeros que me acompañan y el mío. Todos somos oficiales
El previsor Von Grossen había redactado una nota para el Cónsul, anticipándose a un
posible bloqueo burocrático. Decía así:
Señor Cónsul del Tercer Reich,
Shanghái,
Nos presentamos ante Usted, y solicitamos ser repatriados inmediatamente a
Alemania, los
Standartenführer Karl Von Grossen,
Sturmbannführer Kurt Von
Sübermann,
Hauptsturmführer Oskar Feil, y los hombres procedentes de Bután, el gurka
Bangi y el lopa Srivirya, todos integrantes de la Operación “Clave Primera”, Ultra confidencial,
código A I R.S.H.A., autorizada: Hitler, Himmler, Heydrich.
Saludamos a Ud. atentamente
Firma: Karl Von Grossen
Comandante de la Operación Clave Primera.
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