Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 493
¨El Misterio de Belicena Villca¨
los dogos llega a Sining-Ho, donde estamos, en tanto el otro can se desintegra para evitar la
alteración imposible del Arquetipo. Y como los perros daivas no pueden existir sino en pareja,
el presente andrógino se desintegrará igualmente luego de la reproducción.
– ¡De modo que los perros han concurrido al río Sining, al cual correspondería la corriente
que pasa frente a nosotros! –admitió Von Grossen, que al fin comenzaba a ubicarse
geográficamente–. Siendo así, Kameraden, les expondré el cuadro de situación: Elementos a
favor de nuestra Estrategia: a) tres alemanes y ocho tibetanos, miembros de la Operación
Clave Primera, aún estamos con vida; b) es posible que la ciudad de Sining se encuentre
cerca de aquí y es probable que ello represente nuestra definitiva salvación, si conseguimos
pasar la noche en estas condiciones. Elementos en contra de nuestra Estrategia: a)
experimentamos cinco bajas, tres alemanes y dos tibetanos, además de los cinco porteadores
holitas y todo el equipo; b) si realmente este sitio se halla al Este de lago Kuku Noor, ello
implica una distancia más de 1.000 km. alejada del Valle de los Demonios Inmortales, lo que
torna imposible por el momento regresar para inspeccionar o rescatar los cuerpos y
materiales. Conclusión: Es casi seguro que los efectivos a cargo de la Operación Altwesten
han corrido idéntica suerte que los miembros de la Operación Clave Primera, vale decir, que
están muertos o desaparecidos. Esta conclusión pone término a la Operación Clave Primera, y
nos impone la delicada obligación de explicar convincentemente a nuestros superiores los
hechos ocurridos en el campamento de Ernst Schaeffer.
Von Grossen me miró significativamente, como dando a entender que el principal
responsable de las explicaciones sería Yo. Sus últimas palabras fueron:
–Considerando el diabólico ataque que hemos sufrido en aquel Valle del Infierno, a la luz
de las órdenes recibidas de Alemania y de la estructura de la Operación Clave Primera, he
extraído ciertas conclusiones que les comunicaré en carácter estrictamente confidencial y
personal. Creo, Caballeros, que nuestros líderes de Alemania tenían una idea bastante
aproximada sobre lo que pasaría en el Tíbet si Kurt Von Sübermann se integraba a la
Operación Altwesten. Más claramente, creo que ellos, Hitler, Himmler, Heydrich, Rudolph
Hess, y Dios sabe quiénes más, sabían que determinados enemigos reaccionarían con
extrema violencia al descubrir a Von Sübermann: enemigos que son quizás seres
extraterrestres, poseedores de armas terribles, incomparables a ningún arsenal terrestre. Si
sabían lo que podría suceder ¿por qué permitieron que el enemigo nos encerrara en una
trampa mortal? Esta es una pregunta para la que carezco de respuesta. Intuyo que deseaban
comprobar concretamente la eficacia de Von Sübermann para causar las reacciones de los
“Demonios” de Chang Shambalá y que tal vez subestimaron al enemigo: quizás pensaron que
la Fraternidad Blanca cerraría las malditas puertas de sus guaridas, y desecharon la
posibilidad de que los Demonios tratasen de matarnos a todos. Sea de ello lo que fuere, Yo
estoy persuadido que Von Sübermann jamás nos revelará el secreto que enardece a los
Demonios. En resumen, doy por concluida en este momento la Operación Clave Primera; la
evaluación de sus resultados la hará en Alemania el correspondiente Estado Mayor. Y, como
Standartenführer a cargo de la ejecución de la Operación Clave Primera, dispongo que se
emprenda el inmediato regreso a Alemania. ¿Están de acuerdo, Kameraden, con el Cuadro de
Situación y las conclusiones?
¿Qué otra cosa podíamos hacer Oskar Feil y Yo, más que aceptar incondicionalmente las
decisiones de Von Grossen? Los monjes tibetanos, por su parte, nunca discutían las órdenes
y, una vez más, se disponían a apoyar nuestros planes.
Partiríamos al amanecer. En tanto, formamos un círculo alrededor del fuego y nos
abrazamos para transferirnos calor, postura que adoptó también el dogo Vruna. A pesar del
frío reinante a la madrugada, todos logramos dormir, debido al gran cansancio psíquico que
acumuláramos durante los últimos días. No teníamos ni una manta o capa, tan sólo lo puesto,
y por eso nos apretábamos los unos con los otros para evitar la congelación, aunque era
evidente que en aquel sitio no hacía tanto frío como en las cumbres de los montes Kuen Lun.
Y en cuanto a las armas, sólo conservábamos las dagas y las Luger de Karl, Oskar y Yo, y las
dos metralletas Schmeisser que llevábamos cruzadas en la espalda: para esta temible arma,
contábamos solamente con dos cargadores cada uno, igual que para las Luger. Insuficiente
para transitar por un país en guerra civil, pero siempre mejor que nada.
493