Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 396
¨El Misterio de Belicena Villca¨
–Yo me haré cargo del joven Kurt –dijo Rudolph Hess–. Disponga los papeles necesarios
para cumplir esta formalidad.
–Entonces está todo solucionado –dijo el Profesor Haupt– ¿Está Ud. de acuerdo Barón
Von Sübermann?
–Totalmente de acuerdo. No podría hallar otro tutor mejor para mi hijo, ni hay en Alemania
nadie en quien confíe más que en Rudolph –dijo Papá, que aún estaba conmovido por el gesto
de Rudolph Hess.
Momentos después una eficiente secretaria, preparaba un Legajo Personal a mi nombre,
archivaba las declaraciones Juradas de Rudolph Hess y de mi padre y me entregaba un sobre
cerrado que debía entregar en Lissa al presentarme el lunes siguiente.
– ¡Heil Hitler! –dijeron al unísono el Profesor Joachim Haupt y Rudolph Hess, al
despedirse intercambiando el antiguo saludo romano, consistente en alzar el brazo derecho y
chocar los talones.
En las escaleras de piedra del Ministerio de Educación y Ciencia se produjo otra
despedida, pero esta vez más dolorosa, pues Papá y Rudolph Hess se apreciaban
profundamente. Las múltiples ocupaciones de Rudolph Hess, hacían a éste muy difícil
concretar otra entrevista, por lo que decidieron despedirse allí mismo.
–Hasta pronto estimado Reinaldo –dijo Rudolph a Papá, incapacitado por su habitual
timidez de ser más expresivo. –Te echaré de menos. Eres de los pocos amigos verdaderos
que tengo y siempre es una gran alegría estar contigo. No te preocupes por Kurt, Yo cuidaré
de él; como su tutor, seré avisado de inmediato sobre cualquier novedad que pueda surgir.
–Y tú Kurt –dijo Rudolph Hess dirigiéndose a mí– no dejes de avisarme de las
necesidades o problemas que tengas. Toma esta tarjeta; –me extendió un rectángulo de
cartulina con el águila del Tercer Reich en relieve –puedes llamar al teléfono que allí figura y
solicitar mi presencia o transmitir tu pedido al Obersturmführer Papp, a quien ya conoces.
Descendió un escalón, según su costumbre de tomar distancia para observar a sus
interlocutores, y nos miró con ojos tristes, mientras en su boca apenas se esbozaba una
sonrisa tímida.
–Hasta pronto familia Von Sübermann, ¡Heil Hitler! –dijo y, previo abrazo con Papá,
partimos en direcciones opuestas.
Empleamos el resto de la semana en adquirir ropa y diversos elementos que necesitaría
para mi internación en el NAPOLA de Lissa. El siguiente lunes, luego de efectuar la
presentación correspondiente a un secretario con uniforme pardo de las S.A., me despedí de
mi padre para comenzar una nueva vida.
Capítulo X
Tres años permanecí en Lissa perfeccionándome en el “Cuerpo Selectivo”, durante los cuales
sólo vi a mi familia en las ocasiones en que podía viajar a Egipto; esto es, una vez cada año
en las vacaciones de verano. A Rudolph Hess me propuse molestarlo lo menos posible, pero
las pocas veces que llamé al número telefónico que él me diera, no logré hablarle
directamente sino por intermedio del oficial
Papp.
De todos modos, nunca fui desatendido en mis escasas solicitudes, a todas las cuales
accedió amablemente dicho oficial. Pero Rudolph Hess era mi tutor y, por lo tanto, el
responsable de firmar las planillas de calificaciones y otros trámites burocráticos, como
corresponde a cualquier padre. Jamás me enteré que esto no se cumpliera, por lo que Yo
suponía que Rudolph Hess habría previsto un mecanismo automático, por el cual sería
informado sobre el desarrollo de mis estudios. Finalmente verifiqué que esta teoría era
correcta.
Para algunas navidades y celebraciones especiales, que la familia Hess pasaba en la
intimidad, fui invitado a estar con ellos, lo que me producía mucha alegría, pues constituían mi
única familia en Alemania.
Durante esos tres años, aparte de la instrucción secundaria normal, aprendí religiones,
lenguas y costumbres del Asia y recibí intenso entrenamiento en prácticas expedicionarias y
de exploración. Montañismo, equitación y técnicas de supervivencia, nos apartaban de las
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