Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 375
¨El Misterio de Belicena Villca¨
conferencias que sostuve con mi extraordinario familiar. Pero regresemos a aquellos días de
convalecencia, cuando tío Kurt inició el relato de su fantástica vida.
Capítulo II
Como soy médico, ya en los primeros días de la convalecencia, comprendí que ésta sería
larga, por lo que, disponiendo del tiempo suficiente, no veía ninguna razón para no contarle mi
aventura a tío Kurt. Nunca experimenté el deseo de compartir mis asuntos con nadie ni he
tenido confidentes. Pero ahora era distinto. Desde el día del sismo, venía lamentando no
conocer a nadie en quien confiar; alguien lo suficientemente “espiritual” como para no burlarse
de los hechos ocurridos alrededor de la muerte de Belicena Villca. Pero también que
dispusiese de la libertad necesaria para poder asumir un conocimiento que entrañaba tan
graves peligros.
En un momento dado pensé acudir al Profesor Ramírez, pero luego me avergoncé de esta
idea egoísta que podía poner en peligro la vida y la mente de este hombre ejemplar entregado
a sus cátedras y a su familia.
Estaba contrariado desde entonces pues sentía que empezaba a manejar ideas
demasiado “grandes”, demasiado inhumanas, que podrían perturbarme si no las compartía. Y
he aquí que de pronto resucita del pasado un hombre de mi sangre a quien nunca soñé
conocer. Un hombre solitario como Yo; de acción. Un hombre jugado y de una edad en que
no se teme por la vida pues la muerte comienza a perfilarse como una realidad.
Sí –pensaba decidido– confiaría todo a tío Kurt.
Al principio charlamos de nimiedades pues ambos evitábamos contar nuestros secretos;
Yo no revelaba el motivo de mi visita y él callaba sobre el brutal ataque de los dogos y su
cachiporrazo. Le hablé sobre mis estudios y también de mis padres; él me explicó las técnicas
para obtener un buen arrope de tuna.
Así estuvimos ganándonos la confianza, hasta que un día, de los últimos que guardé
cama, le dije:
–Tío Kurt, desearía que me alcances el maletín que traje conmigo. Quedó en el coche la
noche que llegué.
Para mi sorpresa tío Kurt abrió una de las puertas del ropero y extrajo de un
compartimiento el maletín que, por lo visto, había estado todo el tiempo allí. Lo abrí y extraje la
carta de Belicena Villca y algunas notas que había tomado cuando dialogué con el Profesor
Ramírez.
–Voy a explicarte el motivo de mi visita, –dije tratando de transmitir la importancia que me
merecía el asunto–. Es una historia fantástica e increíble y pienso seriamente que sólo a ti me
atrevo a contarla sin reservas ni temor.
Tío Kurt arqueó las cejas, vivamente interesado en algo que, al menos para mí, parecía de
extrema gravedad. Mis palabras y tono que usé, crearon el clima apropiado para ello.
Eran las tres de la tarde de un día cualquiera, ambos habíamos almorzado y la serena
tranquilidad que reinaba en esa perdida finca invitaba al diálogo y la confidencia. Teníamos
todo el tiempo del mundo a nuestra disposición para aprovecharlo como nos viniera en gana.
Comencé a narrar los sucesos conocidos y, si alguna duda albergaba sobre la credibilidad
que tío Kurt daría a ello, ésta pronto se disipó. Visiblemente alterado por algunos pasajes y
ganado por la impaciencia en otros, me interrumpía constantemente para pedir detalles y,
luego que obtenía lo que deseaba, me alentaba a continuar en un tono autoritario que le
desconocía.
El caso de Belicena Villca había capturado completamente su interés pero, al enterarse de
la existencia de la carta, pareció enloquecer. La extraje en ese momento del maletín y tuve que
hacer un esfuerzo para evitar que me la arrebatara de las manos: era mi intención permitir que
la leyera, más no en ese momento sino luego, cuando Yo hubiera terminado de relatar lo
acontecido. Se la mostré, pues, y continué con la narración sin perturbarme por la ansiedad de
mi tío, a quien le costaba un gran esfuerzo, evidentemente, aguardar para leerla. Expliqué, en
líneas generales, el objetivo de aquella póstuma misiva, sin entrar en detalles sobre la
increíble historia de la Casa de Tharsis, mencionando sólo la persecución milenaria que había
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