Editorial: Reinventar a El Salvador.
Cuando una cosa deja
de servir, es necesario
reinventarla. Y eso pasa
con el modelo de desarrollo económico y social
salvadoreño. Está agotado, funciona mal y solo
produce violencia, migración y resentimiento.
Se formuló hace ya mucho Los partidos políticos no les van a la zaga. Sus líderes y representantes, si vemos sus salarios, están ubicados en el círculo inmediato a los más ricos. Son parte del
0.2% de la población privilegiada que tiene ingresos superiores a los 3,000 dólares mensuales.
Desbordados por la desigualdad, quieren superar el día a día beneficiándose del Estado, acumulándole préstamos al país, aprovechando la coyuntura para enriquecerse y tratando de dar
espectáculos mediáticos y populistas que mantengan en la esperanza a su clientela fija o posible.
Frente a las promesas populistas del FMLN en las elecciones de 2009, hay que recordar
la frase del candidato de Arena: “Vamos a dar todo lo que ellos den, y más todavía”. El
populismo, entendido como promesas poco factibles, es igual de intenso en la derecha
y en la izquierda. s años y se readaptó a los vientos neoliberales hace poco. Estratifica
derechos básicos, margina a grupos importantes de la población y no conoce la palabra
“universalidad” en lo que a derechos fundamentales respecta. Un modelo que nos mantiene en el subdesarrollo, la pobreza y la vulnerabilidad. Que acentúa el individualismo
del sálvese quien pueda, la corrupción, la desigualdad y la desesperanza. La situación es
grave, porque frente a este modelo agotado, el liderazgo nacional no da muestras de querer actuar con la radicalidad necesaria. Por ello, podemos decir que también está agotado el liderazgo de los grandes empresarios, de los partidos políticos y de los grandes
medios de comunicación. Se repiten los mismos discursos, las mismas e insustanciales críticas de unos y otros, mientras el país se sume en una crisis cada vez más aguda.