4 NUESTRA INSTITUCIÓN
Daniela Flórez Botero - Docente de Apoyo
Unidad de Atención integral
El principio de educación inclusiva y de atención
a la diversidad es aceptado mundialmente. De
hecho uno de los ejes de la mayoría de las reformas
educativas de América Latina es la atención
a la diversidad.
La tendencia educativa actual dirige entonces
su interés, en reconocer la diversidad. Tiene en
cuenta que los alumnos son diferentes en intereses,
personalidad, estilos de aprendizaje, motivación,
ritmos de aprendizaje, edad, conocimientos
previos, etc. Reconoce además, la diversidad
relacionada con discapacidad física, psíquica o
sensoriales. Todo esto hace que la diversidad sea
un hecho en las aulas, por lo que urge dar una
respuesta asertiva y adecuada.
TRANSFORMACIÓN INSTITUCIONAL
HACIA LA EDUCACIÓN INCLUSIVA
Dado lo anterior, la inclusión se ha vuelto en la
actualidad una palabra que necesariamente hace
presencia en políticas públicas, programas y proyectos
a raíz del boom de los derechos humanos
y del reconocimiento mismo que se le ha dado a
la diversidad como consecuencia de estos. Esto
también obedece a situaciones problema y de
vulneración relacionadas con el tema, que se
convirtieron en una necesidad urgente y en esta
medida debían ser tramitadas a nivel educativo
y social.
Generar procesos de transformación institucional
hacia la educación inclusiva implica en primera
instancia tener claro que desde el último
decreto “La educación inclusiva es un proceso
permanente que reconoce, valora y responde de
manera pertinente a la diversidad de características,
intereses, posibilidades y expectativas de
los niñas, niños, adolescentes, jóvenes y adultos,
cuyo objetivo es promover su desarrollo, aprendizaje
y participación, con pares de su misma
edad, en un ambiente de aprendizaje común, sin
discriminación o exclusión alguna, y que garantiza,
en el marco de los derechos humanos, los
apoyos y los ajustes razonables requeridos en su
proceso educativo, a través de prácticas, políticas
y culturas que eliminan las barreras existentes en
el entorno educativo.” (Decreto 1421 de 2017)
Es en este punto donde la corresponsabilidad
juega un papel fundamental, en la medida en que
es la única que puede garantizar un trabajo integral,
desde los diferentes ámbitos de influencia
de los estudiantes. Esta es entendida desde la ley
1098 de 2006 como “la concurrencia de actores
y acciones conducentes a garantizar el ejercicio
de los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes.
La familia, la sociedad y el Estado son
corresponsables en su atención, cuidado y protección”
(artículo 10)
En aras de garantizar el derecho a una educación
de calidad para todos, un trabajo corresponsable
parte de reconocer que cada una de esas personas
que hacen parte de la comunidad educativa
tiene una historia, necesidades y condiciones
particulares que la hacen únicas. Por lo anterior,
se hace indispensable entender la diversidad de
una manera más profunda y amplia, es decir, verla
en términos de Skliar desde un “nosotros” y
esto necesariamente responde al vivir y convivir
juntos. En palabras de Skliar “la diversidad como
una doble necesidad (…) pensar el otro por sí
mismo, en sí mismo y desde sí mismo y establecer
relaciones éticas de alteridad” (2007 pág. 9)
Todo esto nos transporta las aulas, a las familias e
incluso a las relaciones diarias, pues en definitiva
todos debemos entendernos con la diversidad y
aportamos a una vivencia ética de la misma, por
ello, en principio pensar en la inclusión y reflejarla
debe suponer aceptación de otro, que es
diferente y que independiente de las múltiples
variables tiene un valor, debe ser bienvenido y
recibido con apertura y acogida y esto aplica para
cualquier integrante de la comunidad educativa,
cuando esto no ocurre bien sea a nivel administrativo,
físico o actitudinal es que hablamos de
barreras.
Esta diversidad de la acogida y de la apertura se
puede hacer visible en las instituciones educativas
cuando existe una cultura de la diversidad,
entendida como vivencia, como aquello que
adoptamos y transformamos volviéndose constituyente
de lo que somos y hacemos, pero además
que se trasmite de una manera tradicional
y que determina nuestras formas de ser y estar
en el mundo (Sampson, 2000). Precisamente esa
es la apuesta, que una bienvenida a la diversidad
se instaure como cultura en cualquier ámbito o
institución social, para el caso que nos convoca,
en la escuela.
En la medida en que trabajemos en equipo desde
las diferentes gestiones escolares y abramos la
mente y el corazón a la diversidad podremos lograr
que exista una verdadera inclusión, una que
no sea disfrazada con otras formas pobres de la
misma. Una inclusión que en concordancia con
la legislación actual, reconozca el valor que tiene
cada persona y lo refleje en las acciones que
lleva a cabo al interactuar de cualquier manera
con ella, generando oportunidades, eliminando
barreras y volviendo el tema un asunto tan cotidiano
que se vuelva cultura, que no solo quede
en el papel (política) si no que se viva en las prácticas
del día a día.