Mi primera publicacion Catálogo de Pensar coas mans | Page 76

LA CESTERÍA DOMÉSTICA Era habitual que en las cocinas de las casas hubiese cestos auxiliares de diferentes tamaños para guardar alimentos como patatas, hortalizas, frutas, pan, huevos, etc. Al lado de la lareira o de la cocina de leña estaba siempre el cesto de la leña, donde se apilaban la madera, las piñas y los carozos de maíz con los que se alimentaba el fuego; y para avivarlo se empleaba el abanico de la lumbre, hecho de una rama de roble abierta en varias tiras tejidas con unas vergas estrechas. Sobre el hogar se colgaba el canizo de la lareira, similar al de alisar la tierra y en el que se ponían a curar y ahumar los chorizos, las castañas, los lacones, los quesos y otros alimentos. Tampoco faltaban los cestos de la comida, en los que se llevaba el almuerzo a los campos cuando las faenas agrícolas no permitían parar y regresar a casa. Eran de muchos tipos, pero las más características eran las cestas de mimbre pelado, ovaladas o rectangulares, con un asa en aro y con dos tapas [FIG. 6] . También se empleaban para llevar la merienda el día de la romería, aunque en algunas casas tenían cestas más adornadas y elaboradas para esos días especiales. Otro modelo de cesta de la comida era la carabela o bucela, también de mimbre pelado y de forma rectangular, cerrada con una tapa provista de un asa. Las más antiguas tenían el asa y los cierres de mimbre, que con el tiempo fueron sustituidos por piezas metálicas. En Vigo recibe el nombre de cesta ferroviaria, porque era la que utilizaban los trabajadores del ferrocarril para llevar la comida. Ambos modelos de cestas para la comida también se aprovechaban para ir al mercado. Otros cestos que había en la casa era los que se usaban para llevar la ropa a lavar al río o al lavadero. En algunas casas tenían la cesta de la colada, en la que se metía la ropa que se quería blanquear, echándole por Otras piezas de cestería empleadas en la pesca, tanto marítima como fluvial, eran las nasas, especie de trampas que variaban de tamaño y forma dependiendo de la especie que se quisiera capturar. Podían estar hechas de vergas o de varas y todas tenían dos bocas: una estrecha con forma de embudo invertido hacia el interior, que dejaba entrar al pescado, pero que impedía que saliese, y otra más ancha, cerrada con una tapa de madera o de corcho, que servía para vaciar el contenido de la nasa. Amarradas al tejido de las paredes, llevaban unas piedras que permitían lastrarlas en el fondo del mar o del río una vez largadas. Había otra especie de nasas más grandes (nasón) que, a diferencia de las nasas, tenían una única boca y no llevaban piedras para lastrarlas, ya que no tenían que ir al fondo. Estos nasóns se colgaban de la borda del barco, se sumergían en el agua y servían de vivero, bien para llevar cebo vivo o bien para ir recogiendo las capturas y mantenerlas vivas y frescas. En la pesca a pie con caña, tanto en el mar como en el río, las capturas se guardaban en el carabelo, cacifo o chistera, una cesta de mim- bre pelado provista de una tapa y de una correa para colgarla del hombro.