Mi primera publicacion Catálogo de Pensar coas mans | Page 38

Verónica La arqueología nos demuestra, de forma general, que los utensilios cerámi- cos se utilizaban con otras finalidades que van más allá de contener líquidos o sólidos; se han encontrado muchos recipientes de barro formando parte de los ajuares funerarios de enterramientos hispánicos de la Edad del Bronce, e incluso se convirtieron en la propia urna funeraria del muerto en cuestión, caso de los enterramientos en tinaja de El Argar, en el sur de la Península. En la Edad del Hierro galaica se produce una falta de hallazgos funerarios, y es común la opinión de los especialistas de que la práctica funeraria habitual sería la cremación. No podemos basarnos en restos cerámicos de carácter funerario o votivo, sino claramente domésticos, para reconstruir cómo traba- jaban, qué comían o cómo se movían por el territorio galaico protohistórico. La cerámica castreña y sus contenedores se vio modificada por la llegada de las técnicas romanas y no encontramos una continuidad entre esas zonas más predominantemente cerámicas y los centros alfareros pos- teriores (Bonxe, Buño, Gundivós, Loñoá das Olás, Mondoñedo, Niñodaguía, Samos…) que van a experimentar un mayor desarrollo en los siglos xviii, xix y xx, con documentación que, en algunos casos, ya describe núcleos alfareros en el siglo xvi. Para explicar las técnicas y los avances arqueológicos en la Edad de los Castros se mostrará un horno de cerámica del yacimiento de Castromao, en Celanova, y un recipiente que podría haber sido cocido en ese horno. En esa vasija se puede analizar la típica forma panzuda con decoraciones estriadas, dentro de los usos alfareros del momento ligados a la cocina y a la vida doméstica. Las huellas de la cerámica romana y su influencia en la producción de barro estarán representadas por platos y cuencos romanos de talleres de Lucus Augusti, foco de producción cerá- mica romana pero netamente asentada en Lugo. Actualmente, cabe destacar las iniciativas arqueológicas de la mano de la arquiometría, en las que se intenta encontrar una continuad en las zonas alfareras tradicionales gallegas a través de la localización de las barreras naturales o la existencia de hornos (caso de Bonxe, Samos o Buño). Sin embargo, no se puede establecer en estos momentos una línea directa entre un recipiente castreño y otro tradicional de la misma zona. Entre la cerámica castreña, contaminada por el gigante romano y sus avances, y el período tradicional hay numerosas lagunas formales y tipológicas. Se conservan piezas medievales que se han encontrado en yaci- mientos urbanos, utilizados para almacenaje de líquidos y sólidos y como recipientes de cocina, conviviendo con cerámica importada de corte orien- tal, pero sin apenas innovaciones o transformaciones destacadas. Algunos modelos medievales de cerámica conservados remiten a interpretaciones rituales o votivas, tal y como señalan los recipientes cerámicos del Forno da Santa en Santa Mariña de Augasantas, trascendiendo en este caso el fin utilitario de las cerámicas domésticas. Los siguientes recipientes cerámicos de la muestra son los que ya encuadramos en la denominada cerámica tradicional, con ejemplos que