Mi primera publicacion Catálogo de Pensar coas mans | Page 292

LOS AZABACHES El azabache es un lignito cristalizado, muy leve en su peso, que desde la Edad Media fue material considerado como precioso, casi al nivel del oro, y al que se atribuían propiedades mágicas y curativas. Su trabajo proliferó en multitud de figuras de tipo religioso y tiene en Compostela su más importante centro creador. A pesar de ser un material importado, ya que aquí no hubo yacimien- tos, pasó a formar parte inseparable de nuestra cultura material. El mayor predicamento de la labor del azabache se destinó a emblema del mundo jacobeo. En esa actividad se tallaban portapaces, gran- des cruces, calvarios, imágenes, rosarios y medallas. Junto con el granate, que simbolizaba la sangre de Cristo, se diría que ambas serán las gemas de la Contrarreforma. Su color negro responde de manera idónea a la estética austera de la Inquisición, por lo que los azabaches aparecen en la vestimenta Martínez apreciarla la portadora y por ello cambia, dándosele preferencia a la visión frontal en un efecto de pantalla animada. La longitud del pendiente se acorta sustancialmente y anchea. Los pendientes de huso, de maza o de lágrima remiten a la evo- lución de los precedentes ya descritos, que progresan grandemente en este período. Se trata de un pendiente que responde a la estética de inestabili- dad entásica propia del Barroco. Inicialmente se compone de dos cuerpos y es muy estilizado. El primer cuerpo es una rosácea oval o redonda; el más característico es el cuerpo inferior oscilante, con un cono muy alargado realizado en chatón liso y rematado en la parte inferior por una media esfera que completa la mímesis de la éntasis de la gota de agua al caer. Decoración muy sobria. Debido a la forma tan característica de esta pieza, popularmente, y dependiendo de las zonas, se denomina «de maza» por su semejanza con las mazas del lino y «de huso» por el carácter cónico y parecido con los husos de hilar, aunque nosotros creemos que encaja en los intereses decora- tivos del Barroco basados en la inestabilidad y en el movimiento y lo aso- ciamos, por su vocación naturalista y su origen estético, a la pioggia como pendiente de lágrima. Existe incluso un segundo modelo de tres cuerpos coincidente con la aparición de la lazada en el siglo xviii y su sintetización desde los mode- los de mariposa. Este modelo será genuino de Galicia por su estilización y afinidad con las formas decorativas de nuestro particular Barroco. En el siglo xix, la filigrana, el trabajo en hilo, se acopló al trabajo con chapa de metal. Esta se recortaba según patrones circulares disconcén- tricos (similares a las arracadas de luna creciente, pero vistos de frente) y surgieron los aretes en forma de luna. En esos espacios de luz se instalaba una estructura de filigrana muy fina y diáfana. Sobre la chapa, dibujos en zigzag a buril, perlados en el canto, y en la parte superior alguna chapa en volumen y alguna concesión decorativa a las formas precedentes de la deco- ración floral o de su abstracción.