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LOS PENDIENTES
Las argollas de arracada constituirán un punto de partida de un tipo de
pendiente de argolla, desde los más primitivos y simples de argolla lisa. El
término ‘arracada’ es confuso y disperso. Tradicionalmente, todo pendiente
arcaizante se denomina así, sobre todo en la orfebrería suntuaria. De tal
modo que, en muchas publicaciones, los pendientes grandes, largos y osci-
lantes, con diamantes o esmeraldas, son llamados arracadas. La voz tiene
ascendencia árabe, al-quarrat, asignada al pendiente de argolla o de media
luna, como también es conocido en Portugal.
La evolución de estas arracadas es amplia y existen tipos en los
que la arandela es plana y este espacio va promocionándose en forma de
media luna con decoración y pedrería, e incluso el canto permite adornos
de hilo sogueado o bolas. Estas arandelas, al ampliarse, llevaban en su
diámetro una traviesa central que les daba consistencia y que sirvió poste-
riormente como soporte de elementos oscilantes, inaugurando el tremblant,
pequeño elemento suspendido que se desplaza de izquierda a derecha
y constituido en muchos casos por figuritas de animales procedentes
del pendiente renacentista. Normalmente era una paloma, símbolo de la
fidelidad en el mundo árabe, que evoluciona hacia formas cada vez más
abstractas.
Existen diferentes focos e influencias que llegan a Galicia. La
arracada astorgana decora las arandelas con vidrios de colores, preferen-
temente verde y rojo, falsamente llamados cabujones y engastados en
corona, en un estilo que recuerda a la orfebrería visigótica. Son conocidas
incluso como «ruedas de carro», en alusión a sus formas circulares de gran
tamaño y a la adaptación fonética de la voz ‘arracada’. Hemos encontrado
ejemplares prácticamente idénticos y de la misma época en la Alta Saboya
(Francia),10 lo que acredita que los primeros modelos fueron importados.11
Martínez
Existen diversas variantes y, aunque el sapo ha sido una de las piezas más
difundidas y estandarizadas, se aprecia una evolución de sus formas y cáno-
nes. Hablaremos de dos tipos de modalidades: una que atiende a su estruc-
turación y otra a los motivos decorativos que nos explicarán su cronología
y evolución. No es difícil encontrar, pormenorizando en sus componentes
decorativos, elementos propios del esplendor del Barroco que representaron
Domingo Antón de Andrade o Simón Rodríguez. La renovación posterior
se debe a la presencia de orfebres foráneos, como el salmantino Figueroa y
Vega, que importan las formas de los «hábitos castellanos», tipo de pecto-
ral de varios cuerpos que parten de una lazada. Muy populares también en
Portugal, donde probablemente tuvieron origen, presentan una propuesta
decorativa más activa con base en elementos muebles y una distribución
menos orgánica. En lo que se refiere a este pectoral real, esto se percibe
sobre todo en el carácter circular y monorrítmico de la cabecera del sapo
tradicional, que rompe su uniformidad para ofrecer un perímetro polilobu-
lado creado con diferentes tipos de alternancias.