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PECTORALES Y SAPOS
Es preciso señalar la importancia que tendrá para el factor decorativo,
«endomingado» y efectista de los colgantes gallegos la influencia de este
mismo tipo de pieza procedente de Portugal. En este país existe una tradi-
ción de orfebrería similar a la española que será el referente para la orfebre-
ría popular miñota y, por lo tanto, de influencia directa en su posterior desa-
rrollo en Galicia y Salamanca. Uno de sus elementos característicos serán
las laças, prendedores de pecho hechos en oro con diamantes y rematados
por un cuerpo oscilante en forma de cruz de malta muy adornada, que
resulta ser una versión del adorno femenino inspirado en las condecoracio-
nes de las órdenes militares6. Estas laças se desarrollarán con gran profu-
sión, sin límite de escalas, y representan el punto de partida de la tradición
orfebre que desarrollará Portugal7 y que se fusionará posteriormente con
las aportaciones divulgativas propias de una orfebrería menor que procede
sobre todo de la India8.
El pectoral tradicional será el sapo, constituido por hasta tres
cuerpos móviles. Procede de la imitación de las joyas de pecho en forma
triangular invertida9, e incluso de los rosarios de perlas que adornaban los
escotes rematados por un colgante piriforme. En Galicia el sapo, que es la
alternativa tradicional, conquistará el perfil de joya por excelencia por su
variedad, riqueza decorativa y compromiso estético. Su filiación con los
modos del Barroco compostelano y las virtudes profilácticas y morales que
recibe de los Agnus Dei le darán una difusión amplísima, olvidándose de los
primitivos referentes. Digamos que en él sobrevive una visión pagana de lo
religioso ancestral, tal vez el culto solar celta al que hacíamos alusión en los
comienzos de este relato. Su independencia y aceptación es tan firme que
aparece como paradigma de este artesanado.
Su nombre procede de una interpretación popular de lo que en
España llamaban en el s. xvii ‘pelicano’ o ‘galápago’. Estas denominaciones
estaban sugeridas por factores de índole religioso (pelícano) y por la seme-
janza con las formas de las conchas de las tortugas, ya que constaban de
una forma esferizante con piedras preciosas en cabujones (es decir, pulidas
en convexo sin facetar).
La profusión de estas piedras distribuidas como cabezas de un
clavo incide en aquella identidad corpórea. Galápago aparece reflejado en
diversos documentos de la época, pero en Galicia el término nunca fue
aceptado popularmente por ininteligible y se sustituyó popularmente por el
de sapo.
Martínez
Con el avance y desarrollo de estas especialidades se cualificarán las escue-
las de los diferentes talleres. Compostela pierde protagonismo con relación
a Padrón, que exhibirá las labores más apreciadas, y su gremio perduró
hasta entrado el siglo xx. Betanzos, Noia, Pontevedra, Caldas, Tui, Ourense,
A Fonsagrada, Ribadeo... serán centros donde se divulgará este arte ya
extendido por todo el país.