Mi primera publicacion Catálogo de Pensar coas mans | Page 276

DE LA TIPOLOGÍA Y DE LOS GÉNEROS La orfebrería tradicional es más limitada en cuanto a géneros que la suntuaria, ya que carece de sus modelos sofisticados y se constata la casi inexistencia de referentes masculinos. Su abanico de piezas se limita a pectorales, pendientes, alfileres, brazaletes, sortijas, relicarios civiles y orfe- brería devocional. Del conjunto de esta variedad destacaríamos dos grupos referi- dos a los pectorales y pendientes, que constituyen en su diversidad el cor- pus de nuestra orfebrería tradicional. Tenemos conocimiento de la existen- cia de sortijas y brazaletes, aunque los modelos encontrados sean escasos y tardíos. En las sortijas queda por demostrar si formaban parte argumental del ajuar festivo (pectoral y pendientes); nuestra sospecha es que, al estar destinadas a unas manos probablemente deformadas por el trabajo, no tenían una comercialización fácil5. Por otra parte, las joyas que pendían de las orejas o cuello, como zonas más protegidas del contacto, pudieron con- servarse mejor. Dentro de la orfebrería devocional subrayaríamos los rosarios, las medallas (que es un área que merecería un tratamiento específico) y las insignias religiosas. Excluimos de este grupo los relicarios más primitivos por constituir un referente para el posterior desarrollo del pectoral festivo. En cuanto a los criterios tipológicos, nos referiremos a tres apar- tados: a) los modelos arcaizantes; b) los referentes suntuarios; c) las formas genuinas. En el apartado a), los modelos arcaizantes presentan dos facto- res de adjetivación: el factor apotropaico, de un simbolismo con valor de Martínez formas hipersemicirculares a formatos de vieira, romboides… que intentaban adecuarse a las formas geométricas de los nuevos planteamientos. La irrupción del neoclasicismo por imposición de la academia borbónica a partir de Carlos iii, ya estudiada sobre todo en el mundo de la arquitectura, apenas tuvo influencia en la orfebrería por ser esta menos visi- ble y dependiente de la economía eclesiástica o administrativa. El romanti- cismo aupó todavía más la obra de filigrana y la dignificó, consiguiendo que el trabajo de grao d´amoras de nuestros maestros orfebres llegase hasta bien entrado el siglo xx. La orfebrería tradicional de graos d’amoras (definida popular- mente en la época así) responde a un modelo compositivo de superposición. Se hace un primer cuerpo estructural de enrejado de hilo, que dará soporte a toda la decoración de florecillas, hojas de roble, cintas, medias esferas, cáscaras de huevo… que se distribuirán proporcional y simétricamente por toda aquella panoplia. Luego, vendrá la soldadura repartida por todo el conjunto y que recibirá calor colectivo por la parte inferior, como si fuese una tarta alzada sobre una parrilla. Esta forma de trabajo admite un largo repertorio de cambios y disposiciones que en el periodo romántico alimen- tará la imaginación particular de cada taller.