Mi primera publicacion Catálogo de Pensar coas mans | Page 272

LA ORFEBRERÍA TRADICIONAL. UNA MANIFESTACIÓN PARALELA Ya desde antiguo las clases sociales más humildes no se sustrajeron a asociar a los metales sus creencias apotropaicas ni a satisfacer la ornamen- tación de sus anatomías con algún tipo de orfebrería de metales diferentes. Es decir, la orfebrería suntuaria, reservada al poder económico, administra- tivo y político, tuvo una presencia hegemónica por lo que representaba de ostentación de poder, lo cual era motivo de envidia de enemigos e incluso de leyendas sobre sus valores y atributos. Tampoco el pueblo raso, en cuanto disfrutó de una mínima estabilidad, renunció a sus modestas posibi- lidades de lujo e imitó, dentro de sus posibilidades, aquellos excesos de los señores e incluso de la Iglesia. Nació así desde antiguo la orfebrería tradi- cional, paralela a la suntuaria, que se articularía en dos direcciones algunas veces convergentes. Una, exclusivamente de ornamento y «endominga- miento» festivo, y otra, devocional y apotropaica, de protección y seguridad. Con la llegada del oro y plata de América, creció extraordinaria- mente la actividad de los orfebres y comenzó a extenderse por todos los lugares. Las ferias y mercados se llenaron de orfebres que comerciaban con sus productos. La unión política peninsular posibilitó asimismo una itine- rancia desconocida para los aprendices con el fin de consiguir la carta de maestro orfebre. Sus principales destinos eran Oporto y Lisboa, donde la tutela no era regentada por la Iglesia y la prueba era menos restrictiva que la compostelana. Es importante destacar el mestizaje que se produce con las for- mas de la exquisita orfebrería árabe (la cultura nazarí), presente, a pesar de la expulsión de los moriscos, en algunas zonas de la península, sobre todo en el norte de Portugal. Estas formas, sus orfebres, el particular trato del hilo y decoración, renuevan las pesadas y arcaicas formas, dotan de un éxito sin precedentes sus nuevos argumentos estéticos y fluyen hasta Galicia pasando el Miño. Hay un factor que incide en este espectacular desarrollo del género menor en la orfebrería considerada tradicional por ser consumida fundamentalmente por las clases más humildes. En 1601, ante la situación de casi bancarrota del Estado por la proliferación del trabajo en plata y oro procedente de las monedas de curso legal (tal y como vimos en el cuadro de Martínez representando a san Eloy en su orfebrería como patrón del gremio es sufi- cientemente elocuente del esplendor del oficio en aquella época: una joven pareja acude al santo a encargarle unas alianzas para su boda. El santo tiene ante sí una báscula donde pesa unas monedas de oro con las que realizará el encargo. En Galicia, el patronato gremial de este santo aparece reflejado en la catedral compostelana en la capilla de Nuestra Señora de la Blanca, donde se venera la imagen de san Eloy, que amparaba al importante gremio de plateros y orfebres de la ciudad.