Página 68 de 102
Porque el nazismo puro, tal y como lo fundó Hitler, tenía objetivos definidos,
utópicos… pero eran objetivos al fin y al cabo: la dominación racial aria, heredar a los
futuros alemanes el vasto territorio ruso, crear el Reich de los mil años, etc. etc. Hoy,
solamente son delincuentes a los que la policía persigue sin compasión, encarcela y les
mete varios años de prisión.
Regresemos entonces a los alemanes actuales. Mantienen intactos los campos de
concentración, han creado museos del holocausto en recuerdo de las víctimas judías, rusas
y gitanas; en Berlín hay un enorme monumento dedicado a estas mismas víctimas y se
imparte Nacionalsocialismo (nazismo), en la escuela secundaria y en las Universidades.
Todo deplora al nazismo, todo lo delimita y lo convierte en una negra pesadilla que no se
debe repetir y los muchachos me entienden perfectamente el mensaje. ¿Y los nazis viejos,
los que huyeron, los que podrían hacer renacer al movimiento? Pues han ido muriendo,
unos encarcelados por la justicia de naciones europeas y otros en un exilio clandestino en
países del Oriente Próximo y en América del Sur. Klaus Barbie fue capturado en Bolivia y
muerto en Francia; Walther Rauff falleció en Chile; Josef Mengele, murió ahogado
después de un ataque de apoplejía en las aguas del Atlántico en las costas del Brasil; y hace
poco falleció Erich Priebke, capturado en la Argentina y extraditado a Italia. Todos
ancianos, quienes, incluso, han visto en las comodidades innegables de las cárceles
europeas un tiempo de relax, un buen descanso después de sus temores por ser capturados
por la justicia internacional, sabiendo que pronto morirán y podrían ser venerados por los
neonazis que existen en todo el continente.
Un caso aparte es el de Rudolf Hess, el solitario preso de la fortaleza de Spandau en
Berlín. Fue el lugarteniente de Hitler, el que supuestamente desertó en medio de la guerra
pilotando un bombardero hacia Inglaterra, para proponer la paz a Sir Winston Churchill;
pero fue encarcelado y enjuiciado en 1946 en el Juicio de Nürenberg, con el veredicto de
cadena perpetua. Poco a poco se fue quedando solo en Spandau, puesto que sus compañeros
de prisión fueron liberados según cumplían sus condenas. Hess parecía eterno, rebozaba de
salud a pesar de su edad avanzada y el hecho de haber nacido en Alejandría, Egipto, de
padres alemanes, le hizo conocedor de las técnicas de relajación y de control mental de los
beduinos que se preparaban para las larguísimas travesías en caravanas por el desierto del
Sahara. Pero los británicos le mataron en prisión. Ya era demasiado para ellos. Era una
figura histórica y actual de inconmensurable valor; Hess era la leyenda viva del nazismo en
plenitud de los años 2000, algo inconcebible para el orgullo y el temor inglés, porque podía
convertirse en el epicentro del resurgimiento y fortaleza del nazismo actual. De hecho, su
hijo organizaba desfiles por las calles de Berlín exigiendo la liberación de su padre. Incluso,
se le considera el "nazi de la paz”, por su vuelo hasta Inglaterra para proponerla al gobierno
de Londres. Era un peligro viviente para los Aliados. Hoy, su tumba dice claramente quien
está enterrado en ella, al contrario de los demás líderes del nazismo, cuyas cenizas fueron
esparcidas en algún lugar de Alemania, para evitar las peregrinaciones de sus simpatizante
shasta los sitios de sepultura.
El nazismo, según hemos visto, solamente es un remedo de lo que fue. No obstante,
no se puede bajar la guardia. Quizás el líder que los pueda unir en un movimiento sólido,
ande entre sus filas o se mantenga aún sin descubrir. Jörg Heider, ex alcalde de Carintia,
Austria, prometía ser "esa pieza de engranaje” que podría unir a estos gamberros en un
partido sólido, como antes lo fue. No hay que dejar de estar atentos. Los viejos nazis, han
ido falleciendo uno tras otro.