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La pregunta obligada es, ¿Es que Obama patrocina, alimenta y apertrecha al Daesh,
que se opone a su destrucción? Parece que así es y cada vez la situación está más clara aún.
¿Pero qué interés tiene el mandatario norteamericano por la existencia del
terrorismo islamita, a tal extremo que ha permitido que decapite a periodistas occidentales y
específicamente a estadounidenses? La respuesta parece fácil: Obama quiere el caos total
en Siria, que esa “espina en la pata del león” que significa ser Bashar al-Assad, sea
asesinado igual a Gaddafy en Libia, y con ello desaparezca la influencia rusa en Oriente
Próximo. Con al-Assad, la llamada eufemísticamente “primavera árabe”, cuando las
dictaduras de la región se fueron precipitando una tras otra como las piezas de dominó, se
detuvieron en su caída a raíz de la fortaleza del gobernante sirio y del apoyo político-militar
que Rusia le ha dado desde siempre. Eso volcó los planes de los Estados Unidos por
dominar absolutamente al área. Y es que en ninguna mente más o menos pensante cabe la
idea de que una coalición de más de 60 naciones equipadas con lo último de la tecnología
bélica y liderada por la supuesta mayor potencia del planeta, no puede destruir ni un 10 por
ciento de la infraestructura del Daesh. Eran evidentes las caravanas de terroristas en sus
pick-up Toyota, cada vez más nuevos –algo que la empresa automovilística japonesa no ha
explicado cómo se debe-, desplazándose por las carreteras asfaltadas de Siria e Irak con
total confianza de que no serían molestadas por los aviones de la numerosísima coalición…
una coalición de inútiles o existente solamente en teoría, en las noticias que los medios de
prensa occidentales se han encargado de difundir sin pasión ni interés alguno.
Los dos países árabes son ampliamente desérticos, grandes llanuras que han
empujado a los terroristas a ocultar sus pertrechos en túneles que han construido bajo las
rocas y la tierra; aún así, en territorios sin bosques que sirvieran de camuflaje, el Daesh o
Estado Islámico iba creciendo en poderío, adueñándose de los pozos petroleros y
decapitando y quemando a personas vivas con total impunidad y a vista y paciencia de la
indiferencia criminal de Barack Obama y de los líderes de Francia e Inglaterra que también,
retóricamente, han repetido que iban a comenzar a atacar al Daesh. ¿Pero no era que ya lo
venían haciendo o era parte de sus mentiras diarias?
Por otro lado, la multimillonaria Arabia Saudita y sus Emiratos no han ofrecido ni
un Euro siquiera para ayudar a sus hermanos de fe y sangre, en su huída de los territorios en
conflicto. Los saudíes no han abierto ni un resquicio de sus fronteras para recibir a los
inmigrantes, quienes tienen que caminar hasta una racista y difícil Europa, con el fin de
sobrevivir. Y Turquía, sabiendo que los kurdos son la única fuerza capaz de derrotar al
Daesh sobre el terreno, los comenzó a bombardear y a los terroristas de ISIS los ha dejado
en paz, incluso después de los atentados en Ankara en los que murieron decenas de turcos
civiles e inocentes. Toda esta desgracia, todo este engaño de gobiernos de países traidores a
la naturaleza misma del ser humano, decepciona, enfurece y nos impulsa a apresurar la
salida de un fanfarrón y mentiroso del poder, en el caso de Obama, un individuo que luce
totalmente relajado, desinteresado por ayudar a las personas en problemas en el caso de los
sirios, afganos e iraquíes.
Es oportuno aquí, en este punto, recordar la monumental mentira de Obama al
pueblo norteamericano de que iba a retirar todos los soldados de Afganistán, palabras que
le valieron incluso el Premio Nobel de la Paz –en todo caso ese premio se lo conceden a
cualquiera que simplemente haga uso de la palabra “paz” y no se necesita gran cosa para
obtenerlo, según hemos visto a lo largo de los años-; pero no lo hizo, no sacó a los militares
de ese país.