Esta metodología se ha expandido a lo largo del mundo durante los últimos años
debido a las altas calificaciones de los alumnos de Singapur en las pruebas PISA.
Se conforma en base a tres conceptos: concreto, pictórico y abstracto. Primero se
insta a los estudiantes a relacionarse con objetos cotidianos para llevar a cabo
problemas sencillos. A continuación, se les enseña a dibujar esos conceptos
mediante bloques que representan valores numéricos. Una vez han superado estas
etapas con soltura, comienzan ya a realizar las representaciones abstractas tales
como números o símbolos. El objetivo es que aprendan cada detalle de forma
práctica y comprendan el porqué de cada operación.
Este método ya se está empleando en España por el maestro Yeap Ban Har quien
sujeta un triángulo de papel en la mano, uno amarillo, similar a las decenas de
triangulitos de distintos tamaños repartidos por las mesas, extremadamente amable y
sonriente, se mueve por el aula con la figura geométrica en alto y pronunciando
despacio. La premisa que deberán discutir la próxima media hora es cómo demostrar
manipulando a su antojo este pedacito de papel que la suma de los ángulos de un
triángulo suma 180 grados.
“Todo aprendizaje empieza de una manera concreta, luego pictórica y por último
abstracta”, explica. También aplica la teoría de la espiral, que supone intentar llegar al
mismo sitio por distintos caminos, sin repetir ni memorizar una única vía como hacen
en las aulas de medio mundo. Hay alumnos que han cortado los ángulos y los han
unido, otros los calculan con un medidor, otros los doblan… “¿Qué método es mejor?
¿Cuál peor?”, pregunta el profesor en voz alta. “Saber esto no es muy importante. Lo
fundamental es que los chicos cojan el hábito de llegar a conclusiones a través de
evidencias”. Expresó el maestro.
Yo, considero que el método Singapur es óptimo para el aprendizaje de los
estudiantes, y que debe ser implementado desde temprana edad en todos los países.