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Niños II
A veces se acercan los chicos del otro chum. Los chicos
del otro chum son tres o cuatro, se me confunden, to-
dos son iguales, creo que son todos varones, pero los
del otro chum siempre tienen mocos que se les conge-
lan. Nunca entré al otro chum, cuando hay alguno tal-
lando madera los saludo con la mano, nada más. Es gra-
cioso ver correr a los chicos, parecen pingüinos porque
no pueden mover mucho los brazos y no se les ven los
pies debajo de los abrigos. Dima juega con ellos, los em-
puja, los levanta, los arrastra en un trineo chiquito. Yo no
hago nada. Hay uno de los vecinos que me sigue todo el
tiempo, se me para adelante y me dice algo, no sé qué,
no sé si en ruso o en nenet, lo repite, lo repite, lo repite
y no importa dónde me mueva, él está ahí, adelante re-
pitiendo eso que dice hasta el infinito y yo no sé si me
pone de mal humor o si me da miedo. O las dos cosas.
En estos casos, Dima no es de gran ayuda.