Marcelo Rizzi [et al] Poemas | Page 9

en onzAs entonces ajustadas las cenizas del cremado igualen el peso del que ha emergido sin aires desde el fondo del mar; que con viento crispado sobre fresnos sin tiempo, o sobre tiernos espinos de pardo naranjo, quien diga liberar con diagnósticos de puño en alto sólo escriba en letra viva consignas furtivas para un cuerpo siempre incierto. s ieMpre deL diáLogo probable entre dos desconocidos emerge una voz: es la mujer que olvida sus actos tan pronto como los ejecuta. Dice profuso haber dormido entre los muertos una sola vez, sin el quita huellas de costumbre, más sucia su ropa que nunca y despertarse sin fe. Esa, insiste, es la cifra de lo que acontece a espaldas del tiempo, detrás de las matas más tiernas, en la página leída del revés. L LegA L A horA en que jugamos, encerrados, igual que en días de lluvias torrenciales, a que nos vemos por primera vez. Todos tenemos algo que ver más tarde o más temprano con limpiadores de retretes: se hace la tarea con pesar, pero se la olvida de pronto por unos pocos centavos —de valor siempre incierto—, que se disfrutan con austero placer como si se tratase de algo que acabamos de desocultar de entre las ropas, o de amargas frutas robadas de un huerto. s e buscA inspirAción en la excepcionalidad del difunto; después se aguarda afuera, fumando, o invocando como único testigo del mundo al enemigo que viene del extranjero. En ocasiones el azar pondera ese tiempo fantasma, mezclando humores sagrados con lo redondo tenaz de una esfera —comparte con la necesidad de su paso la nada que se confunde con propósitos delicados: como el labio que se posa en los indicios del vientre, o como venerables ramas de pino a las que sólo les basta nuestros ojos de peregrinos cansados. r econocer en eL vienTo que une la acequia con los prados un punto singular y de partida; verificar en los ejercicios físicos la única justificación de los pecados; dejar a los artistas lo que la industria no puede al prolongar la duración del artificio: que todo se ha vuelto su propio principio, la carne otra fabulación, crueldad lo contemplado. e xpLicAr LAs cosAs por lo que no son y aceptar las consecuencias: toda ablución llega a su fin y mi ala se apresura para retomar el vuelo. Liberada de todas las vías para la ascensión, soplo habrá o aliento glauco, marea que exhiba en cada borrasca minúsculas ofrendas sobre una mesa sin mantel. q ue