L iderando el equipo tricolor, Gracés encaró la Vuelta junto al mismo Rosas, Diego González, Gonzalo Tagliabúe, Rodrigo Bonilla e Ignacio Maldonado. Recuerdo que en el pasillo del Hotel Kolping de Montevideo, el día antes de la largada de la Vuelta, una ronda de amigos se había formado comentando la previa. La hoja de ruta con una crono el último día haría varias las tácticas y las estrategias de la semana. Esa posición era casi unánime porque nadie querría tomar la punta para tener que sufrir desgaste aguantando la misma durante nueve días.“ Mañana
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es un día para Gracés”, expresamos. Confieso que cuando lo vi con los dientes apretados pasando Pan de Azúcar, moviendo el cambio continuamente y acompasando el paso con una diferencia de ocho minutos, recordé aquella presunción:“ era para |
Gracés”.
Una personalidad como la de él era capaz de salir a buscar la Vuelta o lo que fuere, desde el arranque. Y mientras otros especularían, él sería capaz de lograr sacar tajada de ello producto de su enorme fuerza para salir al
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frente.
Más de 100 kilómetros escapado estuvo en la primera etapa entre Montevideo y Minas. De atrás se vinieron dos brasileños del DataRo: Murilo Ferraz y Cristian Egidio. En la ruta 60 camino a Minas, lo alcanzaron y lo superaron en el camino. Marcelo largó la caramañola cuando se refrescaba para tomar la rueda de la dupla de Cascavel. Pero no pudo con el furibundo paso de los norteños. Llegó tercero a la plaza minuana con amplia ventaja respecto a los principales exponentes y favoritos para llevarse la Vuelta. La Vuelta estaba definida. No había vuelta.
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