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· núm. 65
Mar y
Tierra
Faby Alochma
Tita era una tortuga como todas: lenta en la arena, pero rauda y veloz en
las aguas del mar. Al nacer, en una
solitaria playa de Colima, lo único
que sintió fue la imperiosa necesidad
de salir de ese cálido agujero y
desplazarse rápidamente al mar, porque
su instinto natural le
indicaba que allí estaría más fácilmente
a salvo de muchos
peligros.
La fresca brisa que
humedeció su cuerpo la invitaba a iniciar su travesía, pero
algo la detuvo: una
pequeña barrera, que el personal
del tortugario había colocado alrededor de la incubadora para impedir que se escapara. Unas manos la
tomaron, la llevaron hacia una cubeta y después a una pequeña piscina de agua salada, donde se
encontraban otras compañeras
que acababan de nacer como ella.
Allí esperaría un tiempo, a que
acabaran de nacer el resto de tortugas, que más tarde serían liberadas por el público, en un intento
por hacer conciencia y que la gente colaborara para preservar su
especie.
Cuyutlán, para festejar de una manera diferente el día del Padre. Les
ofrecieron un recorrido guiado
por las piscinas donde se les explicaba el sistema de crianza y con-
s
ervación, así
como las características y diferencias de las
tres o cuatro especies de tortugas
que tenían allí. Luego, se les invitó
a presenciar un video, donde se
explicaba la importancia de la labor altruista del patronato que se
encargaba del tortugario, las acciones que emprendían para proteger a las tortugas y evitar su
exterminio. Posteriormente los
entusiasmados visitantes degustaron un refrigerio y acto seguido
procedieron a instalar las casas de
Llegó el día. Fue el tercer domingo campaña.
de junio del año 1995. Las familias
Fue una noche divertida en el
de los alumnos de un Colegio de
campamento: las familias cantaban
Santiago llegaron al Tortugario de
y bailaban alrededor de la fogata. A
la 1 de la mañana del día siguiente,
todos se fueron a instalar en su
casa de campaña dispuestos a
dormir. Fue entonces cuando empezó la serenata para los padres,
sonando con palos las ollas y cazuelas, se acompañaron las
mañanitas. Después de los
abrazos y felicitaciones, la
calma volvió a la solitaria
playa, con alguno que
otro movimiento, debido a que el calor sofocante
de
esa
nublada noche de junio, obligaba a los más sensibles a
salir de las sofocantes casas de
campaña de plástico; pero al rato,
los mosquitos los regresaban de
nuevo a ellas.
Tita nadaba en la piscina junto con
sus pocas hermanas que la acompañaron en su nacimiento, ya que
había nacido fuera de temporada. se
sentía confundida por las paredes
que le impedían trasladarse más allá
como le señalaba su instinto. No se
daba cuenta del jolgorio que se disfrutaba a su alrededor porque las
atronantes olas y el fuerte viento se
llevaban el sonido antes de que pudiera percibirlo.
La mañana llegó y también el personal del tortugario.A pesar de los
desvelos, los niños emocionados
levantaban a los padres para llevarlos a liberar las escasas tortugas. Tocó una por familia ya que