Manual de Ejercicio Profesional Médico Edición 2020 | Page 275

Capítulo IV Recomendaciones para una Medicina Segura establecen consenso en dos, que serán materia de este párrafo: una dimensión abstracta que sintetiza el mundo simbólico de las personas, sus pensamientos, conocimientos y creencias adquiridas a través del aprendizaje, lo que podría llamarse el mundo de la conceptualización, y una dimensión material que corresponde a cómo lo simbólico se manifiesta en conductas, prácticas, artefactos culturales y normas de relación social entre las personas. Podemos establecer entonces que todo sistema cultural poseerá al menos estas dos dimensiones y si pensamos que todo sistema médico es un sistema cultural, concluiremos entonces que existe un modelo médico que conceptualiza y explica los procesos salud-enferme- dad y vida-muerte y un sistema médico propiamente tal que se manifiesta en la realidad a través de la atención de salud, en el lenguaje médico, en las guías clínicas, en los flujos de derivación, en la estructura, tamaño y equipamiento de los box de atención, etc. Por otro lado, el proceso de identidad cultural es una construcción personal y autodefinición de sentido en lo simbólico y en los usos y costumbres. Aunque distinto de los roles definidos y estructurados por las institucio- nes y organizaciones de la sociedad donde participa la persona, tiene a esta sociedad y cultura de escenario de fondo. Por ende cada persona posee una cultura individual engranada en una cultura colectiva mayor, con elementos comunes entre todos que refuerzan a diario en las relaciones, funciones específicas para cada uno, instituciones y procesos culturales como celebraciones, ceremonias, manifestaciones artísticas y/o religiosas. Para que una atención de salud sea funcional (fluida, sin conflictos de marcos conceptuales ni dificultades prác- ticas) tanto agente de salud como usuario deben poseer la misma cultura, más aún con la presión de tiempo y rendimientos por hora. Una atención disfuncional entonces (conflictiva, con choques conceptuales, incómoda) ocurre cuando la cultura del agente de salud y la del usuario o paciente son distintas y estamos partiendo del supuesto erróneo de que todos entendemos lo mismo cuando intentamos comunicarnos. idioma distinto, creen- cias o religión diferente, no podemos pretender que la misma fórmula funcionará porque sí nada más, como arte de magia. Tarde o temprano uno de los dos se sentirá incomprendido, menoscabado y el fantasma de la desconfianza amenazará el fundamento y corazón de lo que hacemos: la relación médico-paciente. DIVERSIDAD ÉTNICA EN CHILE Si bien nuestro país se ha construido con la llegada de gran cantidad de inmigrantes de varias nacionalidades, cada cultura ha hecho una contribución a la cultura chilena-criolla y todos reconocemos una cultura chilena “promedio” de base, con matices mas personales, familiares e incluso de colectivos algo mayores alrededor de una cultura ancestral contribuyente a la chilena y que denominamos colonias (italianos, alemanes, suizos, españoles, palestinos, judíos, franceses, entre muchos otros). Pero que ocurre con quienes no se autodefinen como chilenos, donde su identidad cultural no se ha construido alrededor del proyecto país que denominamos Chile, aún en el propio territorio de lo que creemos es Chile. Existen en nuestro país nueve primeras naciones (quechua, aymara, colla, atacameña, diaguita, mapuche, kaweskar, yamana, rapa nui) que superan el millón seiscientos mil y donde la etnía mapuche alcanza el 85% de la población total (Casen 2013). Cada uno de ellos con demandas de salud específicas, incluso dentro de cada una una y de acuerdo al territorio específico que habitan. Por otro lado el departamento de extranjería nos informa que existen más de 500.000 extranjeros avecindados en Chile y que de manera más o menos cons- tante demandan atención de salud para patologías que en sus países de origen enfrentan de manera distinta o derechamente no conocemos como hacerlo del todo: comen diferente, beben diferente, viven diferente y por ello se enferman diferente. Si tenemos una historia personal y colectiva diferente, una cultura diferente e incluso un Si sólo sumamos estos dos grandes grupos ya existen más de dos millones de personas en nuestro país que no corresponden con ese “chileno promedio” en quien pensamos cuando programamos en salud, cuando planificamos o definimos estrategias, cuando destinamos los escasos recursos que nos llegan. Vale la { Manual para el Ejercicio Profesional Médico 2020 } pág. | 275