Manual de Administración Deportiva 2014 | Page 106
A. INTRODUCCIÓN
En la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos, uno de los atletas presta juramento en nombre de
todos los atletas. Uno de los oficiales presta un juramento similar en nombre de todos los jueces, y oficiales
y entrenadores. Con estos juramentos, los atletas, oficiales y entrenadores se comprometen a respetar
las normas que rigen los Juegos “en el verdadero espíritu de la deportividad”. Los juramentos olímpicos
se componen de dos conceptos: observar las normas y comportarse con deportividad. El término “juego
limpio” abarca ambos conceptos.
El juego limpio consiste en tener una actitud y un comportamiento coherente con la creencia de que el
deporte está íntimamente relacionado con la ética. En el juego limpio no hay lugar para la violencia, las
trampas, el consumo de sustancias ilícitas ni cualquier otra forma de explotación para lograr la victoria.
Cuando estos elementos están presentes, se pierde el verdadero espíritu competitivo y el objetivo del deporte.
El juego limpio no implica únicamente la observancia de unas normas escritas, sino que se refiere a la actitud
correcta de los deportistas y a su manera de comportarse, respetando a los demás y no infligiéndose daños
corporales o psicológicos. La justicia consiste en ponerse en el lugar de otro y actuar en consecuencia.
El juego limpio es, ante todo, un compromiso personal.
Las federaciones deportivas regionales, nacionales e internacionales contribuyen significativamente al
juego limpio mediante normas y reglamentos y la formación de entrenadores, árbitros, jueces, personal
médico y otros oficiales. Los gobiernos y las instituciones educativas públicas y privadas también son
responsables de la formación y educación en materia de juego limpio y comportamiento. El proceso
educativo no debería dirigirse únicamente a aquellos que participan activamente en el deporte, sino también
a los espectadores. Los padres ocupan un lugar primordial para inculcar la noción de juego limpio a sus
hijos. Los espectadores y los medios de comunicación también deben promover el juego limpio. Debemos
tener presente que tanto los buenos ejemplos en el deporte como los malos tienen un gran impacto en el
proceso de socialización de los seres humanos.
El Comité Internacional para el Juego Limpio (CIFP) se encarga de todo aquello que mina el juego limpio en todo
el mundo. Su objetivo principal es promover el juego limpio en todo el mundo y crear las condiciones apropiadas
para que éste pueda prosperar. Puede encontrar más información sobre el CIFP en www.fairplayinternational.org
B. LAS NORMAS
Un deporte sin normas es imposible, y un deporte en el que las normas se violen con frecuencia acabará
por desaparecer. Por ello, por su propio interés, los atletas deberían velar por el respeto de las normas,
cuyo quebrantamiento debería sancionarse.
En los Juegos Olímpicos, las violaciones graves e intencionales de las normas pueden conllevar la
descalificación, como le ocurrió a un esgrimista que había adaptado su arma para conseguir una ventaja
ilegal. En los Juegos Olímpicos de la Antigüedad hubo pocos casos de trampas, y todavía hay menos en
los Juegos modernos. Si los árbitros y los oficiales trabajan de manera eficiente se pueden evitar gran
parte de las trampas durante las competiciones.
Los juramentos no son únicamente administrativos. Son promesas solemnes que implican que los atletas y
oficiales asumen la responsabilidad de acatar las normas puesto que, a lo largo de la historia, se considera
obligatorio mantener las promesas realizadas aunque se pueda obtener una ventaja inmediata en caso de
no hacerlo. La responsabilidad personal de observar las normas está en el centro del Olimpismo.
Quebrantamiento de las normas
Algunos jugadores quebrantan voluntariamente una norma y aceptan la sanción porque les resulta más
ventajoso. En algunos casos, por ejemplo, es mejor obstruir una jugada en un partido de fútbol y que haya
un golpe franco en contra de su equipo, que permitir que el juego continúe. Algunos jugadores alegan que
esto está estipulado en el reglamento y que, por lo tanto, forma parte del juego. Sin embargo, la intención
deliberada de violar ciertas normas, aunque se acepte la sanción, es contraria al juramento olímpico.
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