Columna
Wedding Plans
Texto: Nancy Johnson
No entiendo esa manía generalizada que tiene la gente por casarse, y lo que es peor aún,
no entiendo la manía que tienen por querer hacerme partícipe de ello.
Yo comprendo (aunque me de un
poco de grimilla) que mis amigas
se enamoren, que quieran estar
junto a sus parejas toda la vida, que
sueñen con ser princesas Disney y
vestirse de largo, de marinero, de
frac o de lo que sea. Que sueñen
con bailar valses hasta el amanecer
con su enamorada y ser felices y
comer perdices hasta el final de los
tiempos, pero... ¡yo que pinto en
todo esto!
Como todo en la vida, esto de “ir
a una boda” se presenta ante ti un
día sin mas, de sorpresa. Resulta
que estas tan tranquila tomándote
una cervecita en una terraza cuando
de repente suena tu teléfono móvil.
En el momento en el que ves en la
pantalla que es tu mejor amiga de la
infancia a la que sólo ves en navidades y durante las fiestas patronales
de tu pueblo, piensas, uh mm... qué
raro, ¿qué querrá?
Desde el primer momento tienes
claro que esta llamada sólo puede
estar provocada por alguno de estos
3 acontecimientos: una boda, un
embarazo o un funeral. Tu amiga
es bollera como tú, por lo que, así
a priori, descartas la opción de
preñamiento involuntario, y tienes
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MagLes #13 | marzo / abril 2014
claro que si hubiera estado buscando tener un hijo lo sabrías ya desde
hace algún tiempo. Por lo que sólo
te quedan dos opciones, boda o
funeral. ¡Madre mía que estrés!
La relajación con la que
empezaste el terraceo
cambia totalmente de
sintonía, y antes de descolgar el teléfono a mí lo
único que se me suele
ocurrir es beberme de
golpe la cerveza que
tenía en la mesa.
No te gustaría que fuera un funeral,
pero te pones a pensar en lo mal
que te cae la novia de tu colega, y
cualquiera de las dos opciones te
suena a descanso eterno.
Una vez concluye tu llamada se
confirman tus temores, tu amiga te
acaba de invitar a su boda, y eso
significa, si eres como yo, que vas a
entrar directamente en un estado de
ánimo económico, físico y espiritual
muy poco agradable llamado “tengo
una boda”. Entrar en el modo “tengo
uno boda” implica muchas cosas.
Aprender a andar con tacones,
ahorrar dinero para comprar algún
regalo carísimo que ni en tus peores
pesadillas soñaste que tendrías que
comprar como por ejemplo una
vajilla de la cartuja, desafiar a las
inclemencias del tiempo vestida sólo
con un vestido y un chal; y por supuesto una de las más importantes,
ponerse a dieta.
¿Porqué todas nos ponemos a dieta
los meses antes de una boda? Yo
tengo una teoría, y es que no sólo
adelgazamos para caber en el traje
que nos vamos a poner \