LiteraLes
tus lágrimas, quiero que sean conscientes de todo el
amor que puede llegar a inspirar la perfección de las
formas y los rasgos de la mujer a quien pertenecen,
a quien obedecen. Pasado un rato, les pediré que
me muestren su anverso y, leyéndolo, me inventaré
un futuro idílico protagonizado por ti y por mí. Me
inventaré una comedia romántica, una historia de
amor dulce y con final feliz.
Y así, entre risas y juegos, entre verdades y
sueños, iré acercándome lentamente, milímetro a
milímetro, y en un momento de descuido, las atraparé
entre mis manos y las mantendré allí presas del cariño
hasta que vengas a rescatarlas. Con el tacto definiré
su forma y su textura. Recorreré paciente sus líneas
sinuosas. Memorizaré sus poros. Las acercaré a mis
labios. Y en un acto de osadía desnudaré mi cuerpo
incitándolas a pecar.
Y las contagiaré de deseo hasta que sean incapaces
de controlarse y te supliquen, desesperadas, que
vengas y les ordenes hacer suya mi piel.
Tú vendrás. Y se lo ordenarás. Y entonces ya no
habrá lugar para la culpabilidad. Habiendo conocido
tus manos, ya no me conformaré con verte o con
oírte. Cerraré los ojos y, en silencio, pediré el tacto de
tu cuerpo. Y pediré su olor, su gusto. Y gozaré cada
instante que pase sintiéndote mía, sintiéndome tuya.
Y en algún momento, casi sin darme cuenta, tal vez
deje escapar un par de lágrimas saladas, dos gotas
de placer expresadas en llanto. Si eso ocurre, no me
consueles.
Sería un gran final para mi corta historia.
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MagLes #14 | julio / agosto 2014