MAG MAYO-JUNIO 2016 | Page 32

El canal de televisión nacional, TVN, está emitiendo en estos días la teleserie Moisés, cautivando a los chilenos -y de paso salvando al alicaído y artificialmente insuflado ESTADO-TV- pues exhiben las tragedias del pueblo egipcio víctima de las 10 plagas, y pareciera que a un sufrido pueblo chileno (terremotos, varazones de peces, mareas rojas, volcanes en erupción, terremotos, maremotos, sentencias adversas sobre límites marítimos y conflicto con Bolivia en zona andina, y ahora la crisis del precio del cobre, con la desvalorización del peso chileno) nos resulta más fácil empatizar con el pueblo de Ramsés que con el mucho más sufrido pueblo hebreo.

Pero si ahora somos sufridos, hace poco éramos “los Ingleses de Sudamérica”, Los “Jaguares del Asia Pacífico”, rodeados de un aura “excepcionalista” que transcurre desde Diego Portales a Hernán Büchi o “el menos corrupto del continente” (hasta que Ponce-Lerou nos recordó la venalidad de muchos políticos criollos).

Nos preguntamos: ¿Qué pasa en Chile? ¿Para dónde va el rumbo? ¿Cómo saldremos en esta ocasión de la crisis del precio del cobre?

Así como el Rey Enrique VI recorre el campo de batalla, y levanta una plegaria de valentía antes de entrar en guerra contra el Delfín de Francia en Azincourt, corresponderá saber si la cuenta del 21 de mayo de 2016 fue para nuestra Presidenta una plegaria republicana previo a las elecciones; un aliciente para superar las dificultades, o una proclama a un pueblo que necesita saber si unidos podrá superar las diversas crisis.

El énfasis en Chile en los primeros dos discursos presidenciales no fue el crecimiento, el empleo o la excelencia para competir con oportunidades en el mundo global. La agenda del gobierno y así se ha reproducido en los primeros dos años legislativos, se ha desplegado en las reformas sociales que buscan implementar mejor distribución del ingreso (tributaria y laboral), mejor acceso a la educación superior (gratuidad parcial), y un componente ideológico que ha buscado establecer una agenda de “valores” que dista del pensamiento cristiano-social que inspira la constitución política con su noción Tomista de Bien Común como finalidad del Estado (Para ello principalmente se impulsa dictar una nueva Carta Fundamental).

Pero hay datos duros que no deben permitir que “chilenos y chilenas; ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas, todas y todos” nos quedemos dormidos en los laureles. Un país que no crece, que no compite en los mercados globales, que no busca la excelencia, que no genera empleo de calidad para su población, es una sociedad que con su ciclo de decrecimiento precisamente atenta a las bases socialistas que se buscaron ofrecer a los votantes que entregaron el poder político a la actual mandataria y una mayoría parlamentaria al bloque político que la respalda.

Es por eso que alguna nueva esperanza de racionalidad en el poder surge cuando se anuncia un pacto pro-crecimiento, donde se dará énfasis a la productividad (la primera que esperamos es la de la élite gobernante en La Moneda y el parlamento) con un fondo de infraestructura para impulsar el déficit nacional rezagado por la desconfianza estatal en el modelo de concesiones y participación público privada. También se advierte una deseabilidad cuando se menciona una burocracia calificada para la Ciencia y Tecnología (habrá que ver si un Ministerio es el impulso necesario…).

NO SÓLO SE TRATA DE NO MENCIONAR

A ANTOFAGASTA

una mirada pais y regionalista