MAG JULIO-AGOSTO 2016 MAG JULIO-AGOSTO 2016 | Page 81

Los juegos olímpicos tienen un espectáculo en esto. Sólo basta ver las escenas de miles de deportistas que al no cumplir con sus metas caen arrodillados llorando decepcionados de sí mismos. Sus expresiones son desalentadoras, miradas perdidas como tratando de encontrar el sentido a la vida, son quienes están representando a países, responsables de dar alegrías o tristezas a millones de compatriotas que esperan su mejor actuación. En muchos hogares del mundo, estos deportistas son evocados como figuras admirables, son ejemplos, un ideal de lo ideal, algo así como pasar de lo humano a lo divino y sin fallar ¿Esto tiene límites?

Analicemos algunos casos, ¿recuerdan la polémica que hubo el 2012 con la española Anna Tarrés, entrenadora del equipo de nado sincronizado? Fue despedida por políticas deportivas y razones técnicas, hecho que provocó que en ese mismo instante un sinnúmero de ex nadadoras comenzaran a descalificar sus experiencias entrenando con Tarrés. Algunas declaraciones fueron: “las formas que usa Anna para entrenar no tienen límites, un método peligroso y perverso donde el fin justifica siempre los medios. Ella siembra el pánico, utiliza la manipulación y el desgaste psicológico como herramientas para mantener a las nadadoras bajo control; o te conviertes en su marioneta o te olvidas de un deporte por el que has trabajado casi toda tu vida”. Estas deportistas sacaron la voz para dejar en claro que actos como el de Anna no eran técnicas positivas para instaurar programas en las nadadoras y así lograr ganar las competencias. Se habían unido para devolverle el valor al deporte español ya que según ellas “no se debe sentir orgullo de medallas conseguidas a cualquier precio. (elmundodeportivo.com)

La fuerza del disfrute v/s la fuerza de la obligación

Prueba ácida a la contingencia

Por Jessica González Durán