MAG JULIO-AGOSTO 2016 MAG JULIO-AGOSTO 2016 | Page 46

¿Y qué hay de las mujeres de cuerpos esculturales para venderte un producto que no tiene nada que ver con eso, como un coche o un perfume para hombres? O los hombres de deslumbrante belleza y cultivados músculos. Hace poco veía en los carteles de las marquesinas de las calles en mi vecino país, Portugal, un espectacular cuerpo masculino, con la camisa desabrochada, ofreciendo un detergente de lavadora. Esto está pasando porque antes sólo el hombre tomaba las decisiones de compra, pero ahora las mujeres son grandes consumidoras (no sólo de detergente, también de coches, perfumes, ropa, maquillaje, libros, discos...) Pero ¿qué les hace pensar que tenemos los mismos comportamientos masculinos? Que buscamos las mismas cosas: un cuerpo hermoso, que a nadie le importa cómo piensa.

Si muchas activistas feministas han protestado por el uso del cuerpo femenino como cebo, tampoco deberían estar de acuerdo con su extensión a los varones, como si fueran libras de carne en el matadero.

Partamos de que fuera verdad que el coche se vende más mientras más guapa es la chica o el chico, ¿qué es lo que nos atrapa de esa imagen?

¿Queremos ser la chica guapa de la foto y, al adquirir el coche, nos sentimos un poco ella, o queremos tener a la guapa o guapa y famosa, doble cebo, y es como si al comprar ese coche fuéramos a atraer a un chica semejante?

El humano se fascina ante la belleza y ante la popularidad. Nos manejamos por la ética de los bienes, el utilitarismo de Bentham, dónde lo bueno es lo útil. Y nos hacen creer que eso nos es necesario, eso es útil para nosotros. Pero nosotros también lo queremos creer: que necesitamos un coche más grande, un iphone de último modelo, el perfume más caro, que atraerá a la mujer más hermosa.

No arremeto contra los bienes, al fin y al cabo, son bienes de consumo que muchos pueden adquirir. Pero hay algo más importante que todo eso: la felicidad no está en las cosas. Es una actitud ante la vida, quién la busque en las cosas, no la hallará jamás.

Dra. Alejandra Menassa

La fascinacion

por la belleza