MAG #8 La Tercera Plataforma | Page 9

Es necesario inocularnos contra el factor Quesnay, pero no seremos capaces de hacerlo hasta que podamos separar lo verdadero de lo falso y emprender los nuevos caminos.

Para reflexionar un poco, recordemos al famoso médico e intelectual Francois Quensnay, que era un genio y médico oficial del la corte de Luis XV y que aparte de la medicina y madame Pompadour, tenía otros intereses en su inquisitiva mente. Llevó a cabo un profundo estudio de la economía agraria, contribuyó a la Encyclopédie de Diderot, escribió sobre impuestos, tipos de interés, de los Incas y del nepotismo en China. Sus ideas sobre economía ya habían cristalizado para publicar su Tableau Économique que inspiró a Wassily Leontief, ganador del Premio Nobel en 1973. Sin embargo Quesnay cometió un craso error, insistió que la única fuente de toda riqueza era la agricultura. Para él existían tres clases de personas, los agricultores, los dueños de tierras y la clase estéril. Por brillante que fuera, Quesnay no podía imaginar siquiera una sociedad industrial en la que, la mayor parte de la riqueza pronto empezaría a proceder de las humeantes fábricas en las ciudades y de manos y cerebros, precisamente de esa clase estéril. No supo ver el bosque.

Hoy día también vemos que muchos economistas padecen de la misma miopía de Quesnay, con aportaciones geniales a partes de un problema, pero sin examinar el bosque. Es necesario inocularnos contra el factor Quesnay, pero no seremos capaces de hacerlo hasta que podamos separar lo verdadero de lo falso y emprender nuevos caminos.

Por Carlo Arqueros P.

Nuevos enfoques a la miopía y la no conversión de actividades nuevas de agregación de valor económico.