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El desafío de transitar de un modelo extractivo, excluyente y corrupto, a una sociedad inclusiva, innovadora y sustentable.

La sociedad chilena ha “despertado” a una información cruda y desafiante sobre el poder y los poderosos de Chile, ya sea políticos en cargos de alta responsabilidad, y de los conductores o titulares de grandes grupos económicos. Hemos descubierto que los precios que se cobran a los remedios; el beneficio de gozar de un crédito a valores razonables; la condición de acceso a los recursos naturales como el yodo, potasio, litio u otros, está teñido de un “tufillo” a conflictos de interés, abuso de posición, y en algunos casos investigación por evasión fiscal, cohecho u otras formas de corrupción.

Podríamos quedarnos en esta noticia, con la resignación de “no hay nada nuevo bajo el sol…”, o la consigna justiciera “que se vayan todos…”, o algo así. Pero también es una oportunidad para revisar el paradigma político y económico para Chile, donde a nuestro juicio tenemos el El desafío de transitar de un modelo extractivo, excluyente y corrupto, a una sociedad inclusiva, innovadora y sustentable.

En su visita a Chile de 2013, James Robinson, autor del libro “Porqué Fracasan los países” (Diario la Tercera ), indica que: “Mi visión del camino al desarrollo chileno es que a Chile le fue muy bien por una formación de Estado precoz en el siglo XIX, y eso explica muchas cosas acerca de por qué Chile es distinto que Argentina o Colombia. Usted no tiene este caudillismo en Chile”.

Para un historiador como LEONARDO MAZZEI, comentando el libro de ARMANDO DE RAMON : “Nos parece un acierto diferenciar el Chile republicano en términos de proyectos de sectores sociales. En el XIX y primeras décadas del XX, el proyecto histórico de la oligarquía; y desde 1920 el de los sectores medios. En cuanto al concepto de oligarquía, señala que, como es sabido, se refiere a un régimen político y social que implica el control riguroso del poder político por parte de una minoría que posee también el poder económico”. Recogiendo algunas características oligárquicas planteadas por el sociólogo argentino Waldo Ansaldi, descubrimos en ese Chile, una base social angosta; reclutamiento cerrado de los que se nombran para desempeñar las funciones de gobierno; exclusión de los disidentes o de la oposición; mecanismos de lealtades familiares o grupales, para señalar algunas.

El programa oligárquico consultó, en primer lugar, la estructuración del Estado bajo un orden constitucional. La Constitución de 1833 fue aprobada por una Convención compuesta por 16 diputados en ejercicio y 20 hombres probos e ilustrados, que siguieron básicamente las ideas propuestas por Mariano Egaña. Es decir, la Constitución fue claramente un producto oligárquico, que excluyó de la participación política a la inmensa mayoría de los habitantes del país.

Por cierto en el tema de la construcción estatal no podía soslayarse la figura de Portales, cuyas ideas, de acuerdo a la historiografía tradicional, habían dado forma a la denominada “época portaliana”. De Ramón plantea que los postulados del Ministro no conformaron una ideología propiamente tal, sino ideas generales, “casi reflexiones de sobremesa”. Tal “ideología” estaría sintetizada en la famosa carta de Portales a su socio Cea, en que expresó el absurdo de pretender establecer la democracia en los países de la América hispana donde abundaban los vicios y no las virtudes; las necesidades del momento imponían, en cambio, “un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo”. La concepción del régimen portaliano para De Ramón se articula en función de acciones operativas, destacando en ellas “la formación de un equipo de hombres muy capaces que actuaron en la política chilena hasta mucho después de muerto el ministro y que disfrutaron y ejercieron una gran influencia personal completando su obra”.

UN NUEVO PARADIGMA POLÍTICO Y ECONÓMICO PARA CHILE: De Portales a Balmaceda