dó hacerle unas pruebas y le de-
tectaron un tumor cerebral. Luego,
con el tiempo, nos enteramos de
que torcer la cabeza podía ser un
indicativo, pero esas cosas a pos-
teriori es muy fáciles decirlas”.
Ningún padre está preparado para
la muerte de un hijo. Es una de las
experiencias más devastadoras
que puede experimentar un ser
humano. También una de las que
más tabús encierra, porque si por
regla general hablamos poco de la
muerte, lo hacemos menos aún
cuando ésta tiene rostro de un
niño o de un adolescente. De esta
forma invisibilizamos la muerte,
negamos que estas cosas pasen a
nuestro alrededor y ni mucho me-
nos pensamos que vaya a tocarnos
a nosotros. Hasta que nos toca.
Así lo vivió la familia de Sofía, que
falleció en 2014 con tan solo 15
meses, tras medio año de opera-
ciones y lucha, como consecuen-
cia de un cáncer que le detectaron
a los 9 meses de vida. Recuerda su
padre, Carlos Ferruz, la odisea que
vivieron hasta llegar al diagnósti-
co: “Estuvimos mucho tiempo yen-
do al pediatra porque la niña torcía
la cabeza. “Eso debe ser muscular,
postural”, nos decía. Luego la niña
empezó a vomitar, dormía muchas
horas. Entonces nos decía que era
una gastroenteritis. A la tercera
vez que fuimos a urgencias una
doctora nos vio, se mosqueó, man-
28
•
mama
• MARZO 2018
A Sofía la operaron rápidamen-
te. Y a aquella primera interven-
ción le siguieron seis más para
combatir un tumor “muy malo, en
un sitio complicado”, al que se
unía, en el caso de la pequeña,
una deficiencia genética de una
proteína cuya función es luchar
contra las células cancerígenas,
por lo que, aunque hubiese sobre-
vivido, las probabilidades de pa-
decer más cánceres eran eleva-
das. En aquellos momentos, para
Carlos y su pareja el dolor era
enorme, también la desespera-
ción. Pero lo más difícil de todo,
reconoce, fue el duelo. Mantener-
se unidos, pese a que cada uno
llevara el duelo a su manera, les
sirvió para hacerse más fuertes.
“Creo que después de esto ya
nada te puede afectar”, dice al
otro lado del teléfono.
Si vivir el dolor que supone la
pérdida de un hijo es muy compli-
cado, vivirlo en pareja puede ha-
cerlo aún más difícil. Alrededor
del 70% de las parejas que pier-
den un hijo se rompen. “Es muy
probable que no se separen, pero
son parejas que se van a mantener
rotas para siempre si no reciben
ayuda. Siempre recomiendo a pa-
dres y madres que han perdido un
hijo, estén en pareja o separados,
que busquen ayuda profesional
especializada que les enseñe a
comprender qué les está pasando,
“Alrededor del
70% de las
parejas que
pierden un hijo
se rompen”
que les ofrezca un espacio para
dar salida al profundo dolor y que
los acompañe en el largo y costo-
so camino de aprender a seguir
viviendo sin su hijo, solos, en pa-
reja y en familia”, explica Magda-
lena Pérez Trenado, psicóloga es-
pecialista en psicología clínica y
experta en trabajo con personas
en duelo.
AFRONTAR LA PÉRDIDA
Cuando la muerte llega, no hay un
tipo de pérdida que sea más dura
que otra. Sin embargo, para la psi-
cóloga experta en duelo, uno de
los factores que más influyen en la
vivencia del proceso de duelo
posterior a una pérdida es el tipo
de fallecimiento. “No es lo mismo
lo que vivimos cuando la pérdida
ha sido por enfermedad, por acci-
dente o por suicidio”.
Para la psicóloga, una enferme-
dad grave previa “nos coloca en
la experiencia que supone acom-
pañar durante un tiempo a un
hijo en un proceso de lucha para
que recupere su salud y su vida
de nuevo. Cuando ya no se puede
curar el objetivo es acompañarlo