[ SANA-MENTE ]
E
n 2015 la tasa de cesáreas
en España fue de casi un
26% según datos aproxi-
mados de la asociación
El parto es nuestro; un
porcentaje muy lejos de la tasa ideal
de cesáreas marcada por la Organi-
zación Mundial de la Salud (OMS)
y situada entre el 10% y el 15%. Ha-
blamos de datos aproximativos y
no objetivables porque no hay es-
tadísticas oficiales de éstas u otras
prácticas obstétricas; a excepción
de algunas comunidades como la
valenciana, que sí recoge estos da-
tos y los hace públicos a través de
su memoria anual. Por tanto, y se-
gún nos informa Elena Gil, respon-
sable de prensa de la asociación El
parto es nuestro, “hay que realizar
un trabajo de investigación y cotejo
de los datos de fuentes diferentes”
para poder tener una idea aproxi-
mada de lo que está pasando con
respecto al parto en nuestro país.
Las secuelas emocionales de una
cesárea
Como cualquier otro tipo de inter-
vención quirúrgica, una cesárea
conlleva riesgos a corto y a largo
plazo que pueden afectar tanto a la
madre como a su hijo. Y no sólo fí-
sicos. A nivel psicológico, una cesá-
rea también puede suponer para la
madre un mayor riesgo de sufrir de-
presión postparto y ansiedad. Para
el bebé, estrés, dificultades con el
inicio de la lactancia o problemas
con la vinculación con la madre. Lo
sabe Roser Sancho, madre de dos
hijos, para quien su primer parto
en la semana 39 de embarazo, el
de su hija Llum en 2012, terminaba
en una cesárea como consecuencia
del “fracaso de una inducción” por
escasez de líquido. A nivel emocio-
nal, ella lo vivió como un proceso
complejo, desagradable, en el que
pasó por muchas fases. Desde el
shock en el quirófano por no poder
creer lo que estaba viviendo hasta
el “reencuentro” con su hija días
después: “El primer impacto es no
reconocer a tu hija cuando nace.
Después, tampoco ayudó un entor-
no social y familiar agobiante. Fue
el contacto, el pecho, los abrazos y
el amor mutuo lo que consiguió que
nos reencontráramos”. Reconoce
Roser que durante mucho tiempo
pensó que ella había fallado, que
“no había sido capaz de parir”, pero
aquel pensamiento se fue disolvien-
do grac ias al calor de Apoyo cesá-
reas, un foro que sirve desde hace
años como sostén para mujeres que
han pasado por una cesárea. Tres
años después de aquella experien-
cia, Roser conseguía un parto vagi-
nal después de cesárea (PVDC).
Asegura Elena Gil que la valora-
ción y efectos emocionales de la
cesárea en las mujeres va a depen-
der mucho de la propia mujer, “de
sus expectativas y deseos de cara
al parto, de si fue algo inesperado
o programado, de si hubo compro-
miso vital o no, o de cómo son los
protocolos de cesárea del hospital”,
pero lo cierto es que con las prác-
ticas actuales en muchos centros
hospitalarios es común la sensa-
ción de que “les sacaron al bebé”,
de que les ha costado “enamorar-
se”, establecer el primer vínculo y
reconocer al bebé. Otro caso, el de
Mireia Andreu Fernández, supuso
a nivel emocional atravesar una de-
presión postparto a raíz de la cesá-
rea durante tres meses: “Sentía que
me habían robado el parto y que mi
cuerpo no era capaz de parir”. Ella
se enfrentó a una cesárea después
de que desde una de las revisio-
nes precipitaran su parto con una
Hamilton sin consentimiento, pero
también tuvo consecuencias para
su hijo: “Como mi bebé nació antes
de tiempo, lo hizo con las defensas
de las vías respiratorias sin desarro-
llar, por lo que se pasó sus primeros
tres años de vida con inhaladores”.
Para Patricia Sánchez, psicóloga
especializada en maternidad, infan-
cia y familia, es importante dar visi-
bilidad y hablar de la existencia de
una herida psicoemocional dando
cabida a estas emociones para po-
derlas sanar: “Es cierto que la heri-
da psicoemocional no se produce
en todas las mamás que han tenido
cesárea, pero sí hay un gran número
de mujeres para las que la vivencia
deja una huella dolorosa que puede
perdurar durante años”. Según la
psicóloga, esa herida puede compo-
nerse de multitud de sentimientos,
desde la culpa, la tristeza o la rabia
(“por no haber “sabido” parir de ma-
nera vaginal; por “abandonar” a su
bebé nada más nacer; por no poder
atender al 100% las necesidades
del bebé y necesitar ayuda; por no
prepararse mejor para el momento
del parto; porque el tener a su bebé
sano no aleja la tristeza que sienten
por cómo ha transcurrido el naci-
miento”); el miedo (“a que posterio-
res partos también sean cesárea, a
no recuperarse nunca física ni psi-
cológicamente, a ‘fallar’ como ma-
dres”); sentirse mala o menos madre
que las que han tenido parto vaginal;
hasta incluso sentirse “menos mu-
NOVIEMBRE 2017 •
mama
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