“Algunas estadísticas dicen que entre
el 1,5% y el 2% de las adopciones
resultan fallidas, otras elevan la cifra
hasta el 6% cuando se trata de niños
mayores de siete años”
presumíamos de ser uno de los
países que más niños adoptaba.
Antes de aquello, aquí y en el resto
de Europa se negaba la idoneidad
a un 20 o 25% de los solicitantes,
pero de pronto en España se pasó
a una negativa de tan solo un 2 o
un 3% de los aspirantes a padres
adoptivos, y se alardeó de ello
como si de una buena noticia se
tratara”. Esto, según la psicotera-
peuta, se produjo al menos en Ca-
taluña por “imposición oficial”.
¿Y por qué se trata de un proble-
ma? Para Vilaginés, “habría que ser
muy rigurosos en la selección de
padres adoptivos”, pero también
tener muy en cuenta tanto una pre-
paración previa a la adopción como
un apoyo posterior para evitar en la
medida de lo posible el fracaso de
la adopción. Por ello, para la psicó-
loga es importante que antes de
presentar una solicitud de adop-
ción, los posibles futuros padres
adoptivos “lleven a cabo un trabajo
en profundidad de introspección
para poder descubrir qué es real-
mente lo que motiva su deseo de
adoptar”. También, que una vez
confirmada la idoneidad para tener
hijos adoptivos, la formación de
estas personas continúe hasta la
llegada del hijo y que sigan acom-
pañados, tanto a nivel individual
como grupal, durante al menos el
La herida primaria
En 1993, la psicoterapeuta estadounidense, y madre
adoptiva, Nancy Newton Verrier publicaba “El niño
adoptado. Comprender la herida primaria”. En él da la
palabra a varios adultos que habían sido abandonados
y adoptados, convirtiendo el libro en un testimonio de
gran valor, pero, además, también aborda los efectos de
la adopción en el adoptado desde la premisa de que
todos los niños que son separados de su madre biológi-
ca experimentarán abandono y pérdida. Incluso si esa
separación se produce al poco tiempo tras el parto.
Esto ocurre porque se produce una ruptura en la diná-
mica madre e hijo (prenatal, perinatal y postnatal), lo
que impide que se produzcan los intercambios que tie-
nen lugar durante esas fases. Y ésto supone una pérdida
muy difícil de reparar porque, aunque no recuerde nada,
su memoria sensorial sí lo recordará.
En opinión de José Luis Gonzalo, psicólogo clínico y
psicoterapeuta especializado en traumaterapia y tras-
tornos del apego, y autor de la web Buenostratos.com,
esto es algo que ocurre. Y lo ve en la sensibilidad al re-
chazo y a las separaciones y las pérdidas por parte de
los niños adoptados. Sin embargo, cree que no todos
los niños lo presentan con igual magnitud. ¿Por qué?
“Pienso que si posteriormente los niños adoptados tie-
nen la suerte de encontrarse con un cuidador que les dé
afecto y les regule emocionalmente bien, conseguirán
sanar bastante esta herida. Y si después, la familia adop-
tiva es sensible a esto, le pone palabras, comprende al
niño y le nutre adecuadamente en este sentido, los me-
nores evolucionarán aún mejor”.
Para el especialista en trastornos del apego el término
“herida primaria” es “demasiado determinista”, por lo
que prefiere citar a los grandes de la resiliencia como
Cyrulnik o Barudy que se centran en la idea de que “una
infancia infeliz no determina una vida”. Así, según Gon-
zalo, un cuidador competente y un entorno adecuado,
afectivo y solidario, podrían sanar total