[ HISTORIAS PERSONALES ]
“Pasé de ser una niña encantadora, gordita y
feliz, a una adolescente seria y rebelde”
mis compañeros. Pensaba que no me iban a creer o
que me iban a echar a mí la culpa. También hubo una
etapa en que creí que me merecía el maltrato”. A esos
sentimientos, se une irremediablemente el miedo;
miedo a las represalias de los acosadores si se entera-
ban de que Sandra se había “chivado”. de niños es un error tremendo”. Con actitudes de
minimización lo único que se consigue es norma-
lizar situaciones que no son normales como es el
caso de acoso escolar. “Situaciones de violencia que
no deberían existir, momentos de acoso que nadie
debería sufrir”.
Si aún hoy no siempre es fácil detectar los signos de
alerta que pueden hacernos sospechar de que existe
algún tipo de maltrato, menos aún lo era para aque-
llas familias y docentes de los años ochenta y noventa
que no disponían de la información y las herramientas
que existen sobre este asunto en la actualidad. De he-
cho, ni siquiera contando con esa información es fácil
darle visibilidad al acoso porque, realmente, a nadie le
gusta admitir que sus hijos han sido acosados. Menos
aún que sus hijos son los acosadores. “Solo entre
personas con mucha confianza se habla de estas co-
sas”. ¿Por qué ese ocultamiento? “Yo creo que sigue
siendo una especie de estigma porque, entre otras
cuestiones, el problema es que la mayor parte de las
veces no hay forma de probarlo y muchos padres no
son receptivos a solucionarlo”. ¿Está la sociedad cada vez más concienciada
acerca de la gravedad del acoso escolar? “La so-
ciedad está alarmada y somos muchos los padres
que sufrimos acoso de niños y ahora no lo tolera-
mos”, afirma Sandra. Sin embargo, insiste en que
muchos maestros y directores siguen poniéndose a
la defensiva, “o hacen la vista gorda”, ante el acoso
escolar. “Aunque pueda parecer de otro mundo, hay
profesores y maestros que prefieren obviar lo que
ocurre o que, a pesar de estar viéndolo a diario y
recibiendo quejas de los padres, no dan su brazo a
torcer y siguen afirmando que son cosas de niños
sin importancia”.
Considera Sandra que las campañas de información
para la población en general “sirven para informar
y para que el acoso no esté escondido; para que se
sepa que existe”. Sin embargo, esta madre, maestra y
víctima de acoso escolar opina que quienes necesitan
formación son los maestros que están con los niños
cada día. “Tienen que saber prevenirlo y detectarlo
cuando ocurre”.
¿Qué hacer entonces para poner fin a este proble-
ma? “Yo haría una campaña en la que se contase lo
que pasa realmente en una situación de acoso y la
forma de aplicar la prevención para que no ocurra.
Unas normas claras, unas rutinas y un contacto más
directo con los niños ayudarían a lograrlo”.
NORMALIZAR EL ACOSO ESCOLAR
“Jamás se le puede quitar importancia a lo que le
ocurre a un niño, siempre hay algún motivo para que
llame tu atención. Pensar que son cosas o juegos
Contra la normalización del acoso escolar, Sandra
aboga por la prevención “y por que los niños sepan
respetarse y conozcan dónde están los límites”. Sin
embargo, lamenta que aún hoy en día nada haya
cambiado y que la situación de maltrato “persista sin
que se haya avanzado para prevenirlo o solucionarlo
correctamente”. En ese sentido, pone como ejemplo
la protección que se brinda a los acosadores: “Siem-
pre, siempre, siempre se duda primero de la palabra
de la víctima y con el acosador no se suele hablar
hasta mucho después”.
A los padres que son testigos de este tipo de mal-
trato hacia sus hijos, aunque considera que es “difí-
cil generalizar y más aún dar consejos”, les pide en
primer lugar “hablar mucho con los niños” y, también,
“guardar posibles pruebas a través de fotografías
si tiene moratones, partes médicos si es el caso y
escritos o dibujos de los propios niños”. En todo caso,
la base primordial pasa por “no perder los nervios,
dar mucho cariño al niño y empezar por hablar con el
maestro-tutor para ponerlo al tanto de la situación”.
Porque no, no es una cosa de niños. ■
MAYO 2017 •
mama
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