Madresfera Magazine 09- Marzo 2017 | Page 26

Si la población mundial alcanza los 9.600 millones de personas en 2050, necesitaríamos el equivalente a casi tres planetas para mantener el actual estilo de vida. Detrás de esta alarmante previsión, el con- sumo irresponsable; un consumo que tiene consecuencias, tanto para el planeta como para la población que lo habita. ¿Un ejemplo? Cada año, alrededor de un tercio de to- dos los alimentos producidos a nivel mundial, lo que supone 1.300 mil- lones de toneladas de alimentos, acaban en la basura. Mientras, 1.000 millones de personas en el mundo están subalimentados y otros 1.000 millones pasan hambre. Al contene- dor también llegan toneladas de ropa. Es la consecuencia de la moda lowcost; algo preocupante si tene- mos en cuenta que la industria textil es el segundo contaminador de agua del mundo, siendo respons- able del 20 % de los tóxicos que se vierten en ella, y uno de los princi- pales agentes de explotación lab- oral en los países en desarrollo. No es de extrañar, entonces, que uno de los 17 objetivos económi- cos, ambientales y sociales (ODS) de la Agenda 2030, aprobada en 2015 por la Organización de Naciones Unidas (ONU) para acabar con la pobreza y los daños medioambientales al planeta, tenga como fin garantizar modali- dades de consumo y producción sostenibles. ¿Cómo? Según Sandra Astete, especialista en políticas de infancia de UNICEF, “mediante el fomento del uso eficiente de los recursos, la promoción de la eficiencia energética y las infrae- structuras sostenibles, así como facilitando el acceso a los servicios 26 • mama • MARZO 2017 básicos, empleo decente, y una mejor calidad de vida para todos”. Ahora bien, la duda es si somos conscientes del impacto que tiene el volumen y las formas de consumo actuales. “La gran mayoría de personas, insti- tuciones y entidades no son conscientes de las consecuencias e impacto de nuestro consumo actual en el planeta y en las personas, especialmente en las más vulnerables” reflexiona Astete, que añade que los ciu- dadanos debemos de ser consci- entes de que “consumir, en un gran número de casos, no solo es utilizar sino también destruir recursos naturales”. Su opinión la comparte José Antonio Liébana Checa, profesor de la Universidad “No somos conscientes de las consecuencias e impacto de nuestro consumo actual en el planeta y en las personas, especialmente en las más vulnerables” de Granada en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación que desde hace tres años imparte la asignatura ‘Inter- vención en un consumo respons- able y salud’: “La sociedad todavía no es consciente o no quiere darse cuenta de la grave- dad de este problema. Pensamos que nuestras actuaciones individ- uales influyen más bien poco en la marcha social y además tendemos a pensar que si todo el mundo lo hace no puede ser malo”. LA CULTURA DEL CONSUMO “Entre los principales síntomas que ponen en evidencia que vivimos en una sociedad de consumo podemos mencionar la adicción a ir de compras (puede estar o no asociada a la compra compulsiva), el deseo intenso de adquirir algo que no se precisa y que, una vez adquirido, pierde todo su interés, y la adicción al crédito, que impide controlar el gasto de una forma racional”, explica Sandra Astete, para la que la dependencia a la compra de nuevos bienes materiales, que a su vez representan un derroche de recursos naturales globales, “se ha convertido en un elemento de significación social”. Vivimos en la sociedad del soy lo que tengo y lo que puedo comprarme. Para José Antonio Liébana, por su parte, el consumo no es un concepto “novedoso”, ya que las personas consumimos desde hace mucho tiempo. Lo que sí es nove- doso, en cambio, es la importancia que este concepto ha adquirido socialmente en la actualidad. “Para entenderlo, tenemos que incluirlo