[ PUBLIRREPORTAJE ]
Historias
H
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•
nórdicas
ay cosas que se instalan en una so-
ciedad y en el imaginario colectivo de
ésta por la más absoluta de las casua-
lidades. Y si no que se lo digan a Ella
Flautau, una mujer y madre danesa
a la que le gustaba dar largos paseos con sus
hijos por el bosque. Entre árboles, vegetación y
animales, en plena naturaleza, pasaba gran par-
te de los días con ellos. Corría, por cierto, el año
1950, así que uno se imagina aquellos bosques
daneses, gélidos y nevados, en blanco y negro. La casualidad devino en boom y, sobre todo
a partir de la década de los ‘60, las escuelas
forestales proliferaron por Dinamarca, dando el
salto incluso a países del entorno como Norue-
ga, Suecia, Finlandia y, sobre todo, Alemania,
donde este tipo de iniciativas creció de forma
exponencial. En el fondo, con una urbanización
cada vez más creciente, había en todas estas
escuelas una reivindicación de la naturaleza,
de un medio cada vez más arrinconado por la
acción del hombre.
La afición de Ella no pasaba desapercibida
para algunos de sus vecinos, que no dudaron en
pedirle que cuidase también de sus hijos, que se
los llevase con ella en sus expediciones fami-
liares por el bosque. La mujer aceptó el ofre-
cimiento y los vecinos decidieron formalizar la
iniciativa. Sin quererlo, ni mucho menos buscar-
lo, Ella Flautau había creado la primera escuela
infantil forestal del mundo. Hoy las escuelas forestales son una alternati-
va más en el sistema educativo danés, espacios
donde no hay prisas por aprender a escribir o a
leer, pero sí por jugar, experimentar, descubrir,
llenarse de barro hasta la coronilla y respirar
vida. Por ser niños, al fin y al cabo. Y todo ello
comenzó hace casi 70 años. Con una mujer
dando paseos con sus hijos. Quién se lo iba a
decir a Ella Flautau. . ■
mama
• MARZO 2017