Madresfera Magazine 07 - Noviembre 2016 | Page 131
[ SANA-MENTE ]
L
a Organización Mundial de la Salud considera que podemos hablar de muerte
perinatal cuando ésta se produce entre la
semana 22 y la primera semana de vida
extrauterina del bebé. En la práctica y en la
literatura, sin embargo, este periodo se amplia. Sara
Jort Povea, Licenciada en Psicología por la Universitat de València (1999) y psicoterapeuta Gestalt
por el Instituto Francés de Gestalt Terapia (2005),
nos cuenta que muchos autores entienden que el
periodo perinatal se prolonga “desde la concepción
hasta el final del primer año de vida, lo que incluye como pérdidas perinatales las que se dan en el
inicio de la gestación”. Es una teoría que la psicóloga comparte porque, desde su experiencia del día
a día, observa que “no se puede medir el impacto
que tiene la pérdida para una familia por las semanas de gestación”. De la misma opinión es Laura
Perales Bermejo, psicóloga infantil, presidenta de la
Plataforma por la Crianza con Respeto y miembro
asociado de la Es.Te.r. para quien este dato también
es irrelevante: “son tecnicismos que no ayudan a las
familias que están pasando por algo tan duro. Su
hijo ha fallecido, aunque siempre será su hijo, independientemente de la semana en la que su corazoncito se haya parado”.
Cuando Cheli Blasco quedó embarazada de su
tercer bebé, una niña llamada Luna, recibió una de
esas noticias que los padres jamás estamos preparados para escuchar: su hija tenía un síndrome
incompatible con la vida y moriría antes de nacer.
En ese momento comenzó a escribirse una historia
que arrancaba con incredulidad: “¿Cómo se me iba
a morir una hija a mí?”. Después, llegó el miedo. Un
miedo atroz por sus hijos mayores, miedo por tocar
a su hija muerta, miedo por ver su cuerpo. Y, al final,
Cheli se partió en dos: “Me agarraba a mi amado, él
también estaba roto. Y lloramos. Lloramos mucho
de lo triste que era no quedarnos a Lunita. Y grité
mucho también”.
Nadie está preparado para escuchar que su hijo ha
muerto, para encontrar la muerte cuando lo que
esperabas era vida. Dice Sara que “en algunas
ocasiones hay un diagnóstico previo, o el bebé
tiene dificultades que nos pueden hacer “preparar-
nos” para lo peor, pero, pese a esto, no estamos
capacitados para algo así”. Hay que tener en cuenta
siempre que, además, el proceso de duelo estará
muy condicionado por los primeros momentos.
“Los estudios muestran que los acontecimientos
que rodean al fallecimiento influyen directamente
en la evolución posterior del duelo de la familia”,
apunta la experta en duelo perinatal, quien insiste
en que “es fundamental cómo se realiza la atención
sanitaria y el proceso obstétrico: lo que sucede
previamente a recibir la devastadora noticia, cómo
se comunica, cómo se acompaña el proceso, la
participación de la familia en la toma de decisiones,
la atención cercana y el apoyo emocional del
profesional sanitario, tener la posibilidad de despedirse del bebé o cuidar la intimidad de la familia y
su dolor”. Por tanto, señala que “existe una gran
responsabilidad social y sanitaria para facilitar el
afrontamiento de la muerte de un hijo en el periodo
perinatal”.
En busca de alivio
Para muchas parejas no encontrar una explicación a
lo sucedido puede convertirse en una auténtica
pesadilla. No fue así para Cheli y su familia, quienes
supieron desde el principio la razón por la muerte
eminente de Luna: “Saber la causa ayuda a ubicar
lo que ha pasado. En nuestro caso lo supimos en el
embarazo y hasta yo misma lo veía en las ecografías: los edemas (retención de líquido), sus órganos
tan diferentes, etc.”. La culpa, que parece que ya
viene incorporada con la maternidad, también
sobrevuela sobre quienes sufren una pérdida
perinatal. “Todas las madres sentimos una cuota
grande de culpa por lo que hacemos y por lo que
dejamos de hacer. Con un hijo vivo lo abrazamos,
nos disculpamos y lo intentamos hacer mejor al día
siguiente pero con un hijo muerto no tenemos esa
oportunidad de ser mejores. No hay abrazos, no hay
momentos para sanar juntos. Entonces la culpa y la
pena se hacen más grandes”, afirma Cheli.
Sostiene Sara Jort que el duelo no es una patología
y que, por tanto, no cree que existan “recetas” para
aliviar la pena que produce la muerte de un ser
querido. Su profesión le ha demostrado día a día
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