hipertrigliceronemia o hipercolesterolemia, sin olvidarnos del
rechazo social, las menores posibilidades de encontrar trabajo o
un mayor riesgo de sufrir depresión. Hablamos de riesgos, no tiene por qué suceder, pero están
ahí.
“En el resto
de países
europeos
la figura del
nutricionista
existe en
la Sanidad
Pública pero
en España no”
Ante este panorama, ¿debería
haber dietistas- nutricionistas
en la sanidad pública? ¿Por qué
son importantes estos profesionales sanitarios?
Sí, desde luego. Está documentado que el “gasto” que supondría incorporar al nutricionista a la Sanidad Pública a la
larga supondría un ahorro enorme en gasto sanitario en atención, tratamientos y cuidados de
las enfermedades relacionadas
con una incorrecta alimentación.
Esto está presentado ante el Senado y llevamos años en esta lucha. No sólo se evitaría un enorme gasto sanitario sino que se
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mama
• JULIO 2016
acabaría la discriminación que
existe: a día de hoy sólo puede
permitirse un nutricionista quien
tiene dinero para poder pagarlo.
En el resto de países europeos la
figura del nutricionista existe en
la Sanidad Pública pero aquí no.
¿Por qué? Bueno, pues seguramente porque es una figura relativamente nueva, no tiene el recorrido que tiene un enfermero
o un pediatra.
Entonces, economía y obesidad, ¿también están relacionados?
Sí, están muy relacionados. A
mayor poder adquisitivo, mayor
acceso a la información, a alimentación más saludable, a hábitos mejores. Y no sólo en cuanto
a economía también en cuestión
de género. La prevalencia de
obesidad es menor en mujeres ricas y eso no ocurre igual en los
varones con dinero.
Vivimos en un entorno obesogénico en el que reinan la publicidad de productos superfluos y
en el que son evidentes las relaciones de “interés” entre la industria alimentaria y determinados entes. Nos has hablado de la
culpa de los gobiernos de turno
pero, ¿podemos buscar más culpa bles?
Pues hace un tiempo yo achacaba todo esto a una falta de legislación al respecto pero ahora
diría que no. La legislación alimentaria en España es muy buena pero lo que pasa es que no se
cumple. Las sanciones son irrisorias y, por tanto, a la industria ali-
mentaria no le cuesta nada saltarse las normas porque al final el
beneficio es mayor que la sanción. Deberían imponerse multas
mucho más elevadas cuando se
está hablando de un perjuicio de
la salud pública. Se están haciendo pasar alimentos insanos por
alimentos sanos.
¿Qué hacer entonces con la
publicidad de productos de suplementos mágicos y demás en
horario infantil? ¿Deberían eliminarse completamente?
Por supuesto. Es publicidad engañosa dirigida a un público vulnerable, dando faltas estimaciones de salud a un producto que
en absoluto las tiene y al que
creo que no se le puede llamar
“alimento”. No me cabe duda de
que deberían retirarse. Además,
en mi opinión, son productos que
no estimulan los mecanismos de
saciedad y tengo serias dudas de
que eso pueda hacer engordar a
los niños.
Pero hay padres muy convencidos de la necesidad de este
tipo de productos. ¿Falta entonces educación nutricional?
Absolutamente. Vivimos en
una sociedad enferma en general, pero sobre todo enferma de
desconocimiento y enferma de
una sobrepreocupación tremenda. Nos han hecho creer que
nuestros hijos tienen que ser
perfectos y tienen que tener
hambre los 365 días del año.
Cada niño es distinto y pensar
que todos tienen que ser iguales
y tienen que dormir 8 horas, y