Madresfera Magazine 04- Mayo 2016 | Page 75

[ CULTURETA ] de claro lo explica Inma Marcos, quien tras más de quince años atendiendo partos en casa sabe muy bien de lo que habla. Añade, además, que “las tasas de intervenciones se reducen al mínimo y que las familias tienen niveles de satisfacción más altos cuando las mujeres viven un parto en casa”. “La sociedad tiene el concepto erróneo de que el nacimiento es un proceso muy doloroso y peligroso que necesita atención médica exhaustiva para llegar a un buen final.” Sobre los pormenores de la evolución histórica de la figura de la matrona, la historiadora nos remite a un momento histórico concreto: a inicios de la segunda mitad del siglo XX, justo después de la Segunda Guerra Mundial. “Fue en aquellos años cuando se pasó de una sanidad de tipo asistencial, específica para los más pobres, a una universal, dónde se consideraba que todo el mundo tenía derecho a la misma calidad que los ricos. Eso generaría cambios estructurales, también en todo lo relacionado con la maternidad”, apunta Cira. Así nace un papel nuevo para el estado basado en el desarrollo de políticas de protección de la maternidad o la transformación de la medicina, “lo que comportaría el desarrollo de la obstetricia como especialidad”. Esto que, evidentemente, es una gran victoria social y de la que hoy en día no dudamos de su valor, no quita que, en lo que respecta al parto, existieran también espacios sombríos: “La entrada en el hospital de las mujeres parturientas comportaría ciertas renuncias ya que las mujeres dejarían, en tan sólo una generación, de parir mayoritariamente en casa a hacerlo en la cama de un hospital, provocando que ese proceso fisiológico natural se viera más como un problema médico que estaba fuera de la normalidad”. Así se implantaron prácticas que hoy en día, lamentablemente, siguen practicándose en muchos hospitales como lavativas o rasurados. Por otro lado, Cira Crespo añade que “las matronas dejaron prácticamente de dirigir el proceso y se convirtieron en subsidiarias, enfermeras de los ginecólogos que en su mayoría empezaron a ayudar a parir”. La estocada final a la autonomía de las matronas, nos dice Cira que se produjo en España en el año 1953, “cuando se unificaron los estudios de comadrona con los de enfermería, con lo que la profesión de matrona ya no existía como tal, sino que sería a partir de entonces una especialidad de las enfermeras”. Pese a que por la importancia de su labor, el trabajo de la comadrona debería ser considerado Patrimonio de la Humanidad, es un gremio al que se sigue viendo como “ayudante” del ginecólogo. De hecho, en muchos lugares la atención se ha centrado paulatinamente en las enfermeras y médicos especializados en las diferentes ramas de la obstetricia, la perinatología y la neonatología, dejando fuera este perfil profesional. “No hay más que ver la cantidad de puestos de ginecología y obstetricia que en lugar de estar ocupados por matronas están ocupados por enfermeras generalistas: en unidades de reproducción asistida, plantas de ginecología, de oncoginecología, quirófanos ginecológicos, consultas de ginecología, plantas de embarazo patológico, plantas de maternidad… Económicamente salimos por el mismo precio que una enfermera generalista, sin embargo estamos más formadas para esos puestos, por eso somos especialistas”, nos cuenta Jade. Esto, que podría resultar trivial, tiene importantísimas consecuencias y la autora de Matrona Online nos pone un claro ejemplo: “Imagina: Una mamá primeriza que acaba de dar a luz puede ser atendida en la planta por una enfermera sin ninguna formación ni experiencia en lactancia materna. Los consejos en esos primeros momentos y el apoyo que reciba esa madre pueden determinar el curso de su lactancia. Ni los hospitales nos valoran, ni las mujeres (por desconocimiento) exigen ser atendidas por especialistas, por lo cual nos vemos relegadas al paritorio y a la consulta de atención primaria (aunque hay muchos centros de salud que no di