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luciones”, afirma antes de añadir
que hay que evitar que se hagan
daño, pero ayudando a todas las
partes, trabajando con las familias
y el entorno. “Hay que preguntar a
ese niño que acosa por qué ha necesitado hacer eso, empatizar con
él. Intentar hacerle entender a un
niño que pega que no hay que pegar, pegándole, nunca es la solución. Habrá que ver por qué lo
hace y ayudarle, para que entonces sí, trabajando la causa, desaparezca el síntoma”.
La pedagoga Ana Roa, por su
parte, sí cree que KiVa es una buena alternativa para mediar en situaciones de acoso y que “el hecho de hacer partícipes a los
testigos y al grupo para empatizar
y defender a la víctima es muy
significativo”. Para Roa resulta interesante que existan diferentes
formas de abordar este problema
y piensa que “lo importante, sea
cual sea el sistema empleado, es
erradicar la indiferencia hacia el
acoso escolar”.
Jesús Niño, por último, apunta
que en España la formación al
profesorado en cuestiones de
acoso escolar es muy escasa.
“Desde ANPE entendemos que la
formación del profesorado es una
gran baza para trabajar estos aspectos y, sin embargo, la Administración no la está potenciando
adecuadamente. Ni la formación
DA
ORME
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inicial de Grado ni la formación
continua posibilitan contar con un
número significativo de docentes
preparados para actuar en situaciones de acoso escolar”.
En ese sentido, desde ANPE ven
necesario aumentar la inversión
económica para tratar de dar respuesta a un tema “que tiene una
gran trascendencia” ya que no hay
que olvidar “que las actitudes y las
conductas de un alumno que acosa
a sus compañeros suelen continuar
fuera del horario lectivo y si nos son
corregidas estarán vigentes cuando
finalice su etapa de escolarización
obligatoria en otros ámbitos de su
desarrollo, a nivel laboral, a nivel familiar o a nivel social”. ■
MARZO 2016 •
mama
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