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Un extraño
en casa
POR
ROCÍO RAMOS-PAÚL
D
e repente, un día descubres que tu hijo se ha
convertido en un extraño, un extraterrestre,
como nos decía la madre de Hugo. Llevaba
tiempo observando ciertos cambios pero,
ya no hay duda, se ha convertido en un adolescente. Un día te come a besos y busca estar a tu
lado en el sofá para que le abraces, acurruques. Otro
día te grita, te contesta mal, cierra las puertas de la
casa de un portazo, se pasa horas en su habitación sin
querer tener contacto con el resto de la familia, y todo
le molesta, le incomoda o le irrita. “Confirmado, tu hijo
está en plena adolescencia”, le dijimos a María, que últimamente andaba preocupada con su hijo de 14 años.
María no sabía qué le pasaba a Hugo, intentaba buscar un momento para hablar con él, pero nunca lo encontraba: “Que me dejes”, “No me ralles”, “Me estás
agobiando” era lo único que conseguía sacar de él.
Estos cambios de humor, característicos de la adolescencia, dificultan la relación y la comunicación padres e
hijos. Esa etapa en que parece que ya no tienes nada
en común con tu hijo, sientes que no os entendéis, y te
preguntas dónde ha quedado ese niño dulce y cariñoso
que te decía: “Mamá, cuéntame un cuento”, “¿Sabes lo
que ha pasado hoy en colegio?”, “Dame un beso”. En
cambio, ahora le molesta todo lo que dices o haces.
Así era la relación de María con su hijo Hugo, por
lo que empezamos la intervención explicándole las
características que definen la adolescencia. Una vez
identificó muchas de ellas en el comportamiento de su
hijo, le tranquilizó saber a qué se enfrentaba y cómo,
en esta nueva etapa evolutiva, Hugo desarrollaba maneras propias de sentir, comportarse y pensar, todas
necesarias para convertirse en adulto. Desconcertantes sí, pero útiles.
SOY ADOLESCENTE
Los adolescentes quieren ser originales, diferentes, no
les gustan las normas y quieren hacer lo que les ven-
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•
mama
• FEBRERO 2016
ga en gana. Les suele gustar la música, salir con los
amigos y pasar horas con el móvil y/o ordenador. Los
estudios suelen relegarlos a un segundo plano, contestan mal, tienen cambios de humor repentino, les atrae
el riesgo, tienen un interés desmedido hacia su cuerpo,
detestan que les traten como niños, se agobian si les
preguntan sobre algo de su vida, y parece que solo
piensan en el tiempo libre y el ocio. Además, tienen
su jerga propia y lo más importante para ellos son los
amigos, que son quienes tienen la solución a todos
sus quebraderos de cabeza. Por lo tanto, cuidado a
la hora de hablar de ellos. También comen a deshora,
duermen mucho, se recluyen en su habitación, y los
portazos son uno de sus deportes favoritos.
Cuando nuestros hijos crecen, entran en esa etapa
de transición a la edad adulta tan desesperante para
los padres, como necesaria para ellos. Si somos capaces de recordar nuestra adolescencia, entenderemos
mejor la de nuestros hijos. Se debe tener siempre en
mente una máxima: aunque renieguen de ti, te necesitan más que nunca. Por lo tanto, lo mejor es tener
paciencia ya que la adolescencia es como la gripe, se
pasa y uno sale fortalecido si se ha puesto remedio a
los síntomas. ■ www.rocioramos-paul.com