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Varios
donde reinan los embutidos.
Claro que en todas esas regiones se puede saborear el Eisbein o el
Schweinehaxe (dos modos muy válidos de cocinar un majestuoso
codillo de cerdo), el Sauerkraut o su hermana Rotkohl (con repollo
colorado), las omnipresentes papas, los variados fiambres y la
cerveza, con la que compite el vino (herencia de los romanos de
hace 2.000 años) en las regiones del Rin y del Mosela.
Es de rigor destacar varios aportes alemanes a la gastronomía
mundial. Aunque después fueron la base de una poco prestigiosa
fast food estadounidense, las hamburguesas, como su nombre
lo indica, son originarias del puerto hanseático de Hamburgo y
parientas de las Frikadellen, que se comen en toda Alemania.
En el norte es absolutamente imprescindible ir a la Fischerhaus en
el puerto de Hamburgo, donde pueden comerse excepcionalmente
frescos y sabrosos lenguados, rodaballos, bacalaos y otros peces
y mariscos de los mares del Norte y Báltico, hogar de los clásicos
Rollmöpse (filetes de arenque enrollados con cebolla y pepinillos en
su interior). También en Bremen se pueden saborear notables platos
de pescado y frutos de mar, aparte del típico Grünkohl mit Pinkel
(repollo crespo guisado con chorizo Pinkel).
En las ciudades del oeste, sobre todo las vecinas a Francia y Bélgica,
entre ellas la verde y añorada Bonn y la cosmopolita Colonia, se nota
la influencia de la gastronomía francesa, pero hay platos locales que
deben probarse junto con los vinos blancos renanos.
En pleno centro de Bonn, en la Markplatz (Plaza del Mercado) hay
un restaurant histórico, el EmHöttche, donde solía comer un hijo
dilecto de la ciudad, Ludwig van Beethoven. El Eisbein que allí se
sirve es memorable. Y si se acompaña con la cerveza clásica de
Colonia, la Kölsch, clara, con sabor frutado y aroma de lúpulo. Más
octubre - diciembre 2018
que recomendables son los platos de cordero, de espárragos y de
hinojo (de una delicadeza y sabor únicos) de otro restaurante de la ex
capital alemana, Im Stiefel, junto a la casa natal de Beethoven.
También es de primera calidad allí una especialidad renana, la
Rheinischer Sauerbraten, de carne vacuna estofada con cebolla,
puré de tomate, caldo de verduras, vino tinto, vinagre, crema ácida,
almendras, pasas de uva y aderezada con laurel, clavo de olor,
bayas de enebro y pimienta, con guarnición de Apfelmus (puré de
manzanas), Klöse (una especie de albóndiga de papa) o Spätzle
(fideos con huevo, típicos del sur del país).
Pero la calidad y variedad de los platos y productos alimenticios
alemanes es casi inagotable. Algunos nombres dignos de destacar
son el fabuloso jamón ahumado de Westfalia, las costillas de cerdo
ahumadas Kasseler de Berlín, las salchichas blancas Bratwurst
o Weisswurst, la ahumada Bockwurst o las de Nuremberg y el
exquisito paté de hígado de cerdo Leberwurst, los salames de
Baja Sajonia y Hannover, los panes integrales y con semillas varias
y el Pumpernickel de centeno y las salsas de rábano picante o con
eneldo.
Tampoco se pueden obviar especialidades como los
Rotkohlrouladen mit Tomatensosse (niños envueltos de repollo
colorado con relleno de carne picada, en salsa de tomate), el singular
Himmel und Erde (Cielo y Tierra) con deliciosas morcillas, los variados
y creativos platos de verduras, el Schweinebraten, con paleta de
cerdo, el Gulasch de origen húngaro pero nacionalizado alemán,
el ganso asado con manzanas y la clásica Zwiebelnkuchen, (tarta
renana de cebolla) que se acompaña con copas de Federweisser
(mosto de vino blanco) y los postres de sémola con cerezas, grosellas
y frambuesas, como la Rote Grütze. (SH)
Fuente: elobservador.uy