Miraba el reloj que estaba en la pared a cada rato. Cinco menos veinte, cinco menos cuarto, cinco menos diez... Faltaban unos minutos todavía. Porque en la tarjetita, Caperucita había puesto bien claro: “te espero el próximo sábado a las 17 en la biblioteca, para festejar mi cumpleaños. No faltes”.
Sobre la mesa estaba la torta que le había preparado su mamá. Con mucha crema. Y con frutillas. Exactamente a las cinco, golpearon toc-toc a la puerta.
Emocionada, Caperucita se acomodó la caperuza roja y fue abrir
--¡Feliz Cumpleaños!-- le gritaron las madrastras de Blancanieves y de Cenicienta, el Hada mala que había hechizado a la Bella Durmiente, un par de brujas, ocho ogros, un dragón... No faltó nadie. Ni el lobo, que llegó un poco más tarde y le trajo de regalo un ramito de flores del bosque.