níamos nuestras reivindicaciones pero de pensamiento, o
sea, la libertad de todas maneras, la posibilidad de crear
una música nacional. Ya estábamos experimentando en
nuestro corazón. No nos importaba quién fuera músico
nacional, lo que nos importaba era que no veíamos por
ningún lado esa tal música nacional, solamente en algunos, en los folkloristas, obviamente en Violeta Parra, no
nos quedaban más que los huasos y Violeta Parra, y paremos de contar. Ni siquiera entre los propios músicos
serios que se llaman, no habían manifestaciones claras,
ni directas. Por lo tanto nosotros nos conectamos con el
espíritu de la montaña a final de cuentas, nos hizo bien
Santiago porque nosotros en la costa no teníamos la relación con el país. Valparaíso era además el puerto principal, fue siempre, entonces se bailaba rock and roll, en el
tiempo en que yo tenía diez y seis años, uno escuchaba
música gringa porque los marinos, holandeses, las traían
y en el puerto se ponían. No era el privilegio de aquí de
Santiago, a Santiago llegaba por otros medios, porque
uno había ido a Europa y había traído una colección de
discos, pero en cambio allá era mucho más popular.
Constantemente Valparaíso estaba recibiendo lo último de la novedad, pero sin embargo, aquí íbamos a llegar al interior, donde verdaderamente existía Chile, ¿qué
era lo que era Chile? ¿Qué significaba esa huevada de
Chile? Nosotros aquí nos empezamos a sentir chilenos
verdaderamente, pero con todos los problemas, con todos los conflictos de un Chile así... incógnito al final de
cuentas.
Página anterior: Mario, Gabriel, Claudio, Gato
y Eduardo. Fotografía original de La Sexta
Experiencia